XIX

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Al cabo de un par de horas, lograron avanzar. La procesión con el santo habría llegado al templo religioso del pueblo, que a juzgar por su tamaño, debía ser una capilla, de esas que los sacerdotes sólo visitan en ocasiones como esta. Ya era tarde como para continuar, Rulfo estaba desesperado, además Killian había dicho que tenía una idea. Tan pronto llegaron a las casas a pie de carretera, giró por lo que parecía la calle principal, ésta iba hacia abajo, empinada por culpa del cerro.

     Era un pueblo diminuto, con apenas unas cuantas calles de terracería, y sólo la principal estaba pavimentada, aunque en muy mal estado. Ya no pudieron seguir avanzando, más adelante el paso estaba cerrado por puestos que vendían pan artesanal y juguetes de madera. Era la fiesta del pueblo, y Killian sonrió. Buscó un sitio para aparcar y salieron del auto, a pesar de estar en lo alto de la sierra, el calor ya se estaba volviendo insoportable. Vieron hombres vestidos de manta y con sombrero de paja, mujeres con sus largas faldas bordadas y el cabello trenzado, y niños corriendo en la multitud. Rulfo se les quiso unir, pero la correa se lo impidió.

     —Busquemos dónde dormir primero —propuso Killian—, y luego nos unimos a la feria. —Al decir aquello, ambos voltearon hacia arriba, ahí estaban unos sencillos juegos mecánicos. Todavía no anochecía, así que todavía no encendían sus luces, pero ya estaban funcionando.

     Thibault sólo asintió y con Rulfo bastante emocionado y mordisqueando su correa, buscaron un sitio para pernoctar.

     Encontraron una casa de huéspedes gracias a las indicaciones de algunos lugareños. Ahí sólo estaba una mujer ya entrada en años, de piel morena y ojos oscuros, el cabello otrora negro ahora pintaba canas y estaba peinado en un chongo, era la dueña que parecía alistarse para ir a la fiesta y que se mostró contenta de tener nuevos inquilinos.

     —Puros jóvenes de paso, ya saben, de esos que son mochileros —les contó sobre sus hospedados en ese momento y los que eran usuales—. No muchos se detienen en el pueblo —continuó mientras los guiaba a una habitación en la primera planta, de dos nada más—. Aquí estarán bien, el patio está por allá, para que saquen al perrito. —Con ello, se marchó de regreso por el pasillo.

     Curioso, Killian fue allá a donde les habían señalado el patio, esperó encontrarse una zotehuela minúscula, y ante él se erigió un hermoso y arbolado patio central, de esos que ya no se ven en las casas más nuevas, con una pileta para lavar la ropa y un limonero en medio. Al fondo había una casa sola, en el rincón, independiente del resto del edificio, adivinó que sería donde vivía la casera.

     Dejaron que Rulfo olfateara, hiciera del baño y tomara un poco de agua, para luego salir de nuevo. Las paredes de adobe de la casa mantenían un ambiente fresco, pero al salir, la ola de calor volvió a golpearlos con fuerza. Caminaron de regreso al centro del pueblo. El inglés se mostró fascinado, como era siempre que México se mostraba más auténtico ante él; como fue en Día de Muertos, como fue en los XV Años de Carolina, y como era ahora. Una fiesta patronal era una oportunidad como pocas de empaparse de un país disparejo y complicado, dolido y que aún así tiene ganas de celebrar algo. Verbena, más no grandeza. O una grandeza ajada por manos corruptas.

     No se subieron a los juegos, aunque se sentaron largo rato en una banca de despintado metal en la plaza principal y bajo una ceiba, desde ahí vieron a los niños que subían y bajaban de la rueda de la fortuna, a sus padres esperándolos abajo. Tomaron horchata, comieron esquites, compraron una bolsa de pan de pulque. Siguieron a la gente cuando ésta se empezó a congregar en el atrio de la capilla, ahí se quemó un castillo y un torito de fuegos artificiales. Se repartieron dulces también.

     Regresaron a vagar un rato entre los puestos y la gente. Arriba en el cielo, las estrellas se veían con una claridad que parecía epifanía, como si pidieran ser leídas y que en ellas se encontraran los auspicios del futuro. Quizá debieron detenerse y verlas, descifrarlas, tratar de entenderlas.

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