V

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Durante esos días, Killian descubrió que Thibault no vivía en la casona Fitkin en Windsor, como había sospechado; sino en un departamento de la misma Belgravia. ¿Cómo lo supo? Una tarde, cuando el contrato estuvo modificado, lo llamó para que fuera hasta ese sitio. En realidad volvió a mandar a Dylan. No lo hizo pasar, lo recibió en la puerta, lo llevó hasta un restaurante cercano y ahí charlaron, en incomodidad como había sido hasta entonces, para después y por fin, cerrar el trato.

     Luego fue llamado más veces, primero por Thibault, y luego por Samantha Fitkin. La mujer le caía genuinamente bien, no dudó en comunicarle a Alicia que tenía razón respecto a ella (y temía que la tuviera también en referencia a Richard, a quien no conocía aún). Ella constantemente lo hacía traer hasta su casa en Windsor. Quería platicar sobre los planes a futuro, aunque las conversaciones casi siempre iban sobre cualquier tema, menos el de los posibles libros de Killian, excepto durante los últimos minutos de sus encuentros, en donde de manera meridiana, ella daba instrucciones.

     La mayoría de las veces, Thibault estuvo presente, pero no siempre, y cada vez menos, a medida que las reuniones avanzaron. Poco a poco Killian comenzó a sentirse cómodo en compañía de Samantha; una dama brillante, a la que casi siempre se le veía en los jardines e invernaderos de la inmensa propiedad Fitkin.

     —¿Alguna vez te he hablado de mi otro hijo? —Samantha se encontraba regando unas hortalizas, Killian estaba a su lado, sosteniendo algunos utensilios de jardinería con la mano sana—. Theodore II, aunque le decíamos Theo.

     Killian sabía perfectamente de quién le hablaba. Había leído sobre él cuando se puso a investigar a los Fitkin. No respondió para no delatarse.

     —Era mucho mayor que Thibault. Se llevaban 20 años, ¿puedes creerlo? Por ello ambos se criaron prácticamente como hijos únicos —continuó ella. Con los dedos estudió un par de hojas y chasqueó—. Hay que cortar antes de que esta plaga se propague —anunció con decepción y Killian entendió. Se acercó y le entregó las tijeras de jardinero.

     —¿Qué pasó con Theo?

     —Ah, sí, cierto. Theodore se enlistó en el ejército británico contra mi voluntad. Ascendió rápido. Todos sus compañeros siempre lo describieron como un gran líder, y un hombre cabal. Murió en Afganistán. —Samantha se detuvo, se irguió y miró a Killian—. Mi primogénito fue a morir a una guerra absurda. Ahora todo lo que tengo es a Thibault. Él se encargará de todo cuando su padre o yo hagamos falta. —Comenzó a recoger las herramientas—. Mi preocupación es quién se va a encargar de él. —Pareció una broma, e incluso hubo un atisbo de sonrisa en el rostro de la mujer.

     —No sé qué decir —agregó Killian por la mera necesidad de pronunciar palabras.

     Samantha se acercó a él, lo miró de frente y le dio unas palmaditas en la mejilla, como hizo la primera vez que se vieron. Después ya no se dijo más. Killian no supo a qué vino todo aquello, aunque sintió que poseía una relevancia que le sería revelada después. Simplemente se unió a ella en su labor de poner orden a las herramientas.

     —Señora, su hijo ya ha regresado —un mayordomo se acercó a ellos y anunció.

     —¡Espléndido! Killian, ven muchacho, acompáñame. Quiero que conozcas a alguien. —Y tomó del brazo al escritor.

     Por un momento, Killian temió que se tratara de Richard Fitkin, quien era una idea en su cabeza más que una persona, pues no lo conocía, no sabía en realidad cómo era. No sabía si tendría los ojos azules o verdes, como los de su hijo. Era sólo una amenaza latente, algo que se negaba a enfrentar.

Déjà entendu ✓ 🏆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora