XVII

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—Creo que deberíamos ir tomando en serio ese viaje. Tú me prometiste un road trip —Thibault declaró con una taza de té en las manos, mientras veía a Killian batallar con su novela—. Te hará bien cambiar de aires.

     El escritor hizo girar su silla para ver al otro, un demonio blanco en una tierra de ángeles negros. Se masajeó el tabique nasal con el índice y pulgar diestros y asintió.

     —Las vacaciones de verano se acercan, podríamos aprovechar.

     —¿No crees que todo va a estar terriblemente lleno de gente en vacaciones?

     —Tal vez —respondió Killian, y no ahondó más.

     En cambio, cerró su computadora portátil con frustración, con más fuerza de la que ameritaba.

     —¿Estás bien?

     —Writer's block. —Fue la respuesta de Killian—. Llevo días así. —Alzó el rostro y vio a Thibault dar un sorbo a su té. El vapor que de él salía olía a canela y miel.

     Thibault sólo lo miró. Era precisamente de lo que le estaba hablando, pero Killian era tozudo, más de lo que su serena manera de ser podía dar a entender. Lo invitó a irse a descansar, era lo mejor por ahora, y lo hicieron.

     Conforme los días avanzaron, Killian se mostró más y más frustrado al haberse topado con un callejón sin salida en lo que estaba escribiendo. Muchas veces les había hablado a sus alumnos sobre ello, había leído infinidad de biografías sobre escritores (sobre todo modernos) a los que dedicaba sus investigaciones, y sabía que la gran mayoría habían padecido de eso mismo; aún así, le resultaba terriblemente decepcionante. Y es que a pesar de ser todo un experto, un hombre respetado en su campo y un escritor publicado ya, no dejaba de ser un novato, que se asusta con facilidad.

     —¿Recuerdas el viaje del que hemos hablado? —aquella tarde interrumpió a Thibault, quien estaba sentado en el estudio que antes Oliver usó como oficina, leyendo el periódico (ya podía hacerlo en español, aunque a veces todavía preguntaba por algunas palabras) y con los anteojos de carey puestos.

     Thibault bajó el periódico y se quitó los lentes. Inclinó el rostro a un lado, como un ave lo hace cuando encuentra algo que ha llamado su atención. Sólo asintió, dejándolo continuar.

     —Creo que deberíamos hacerlo pronto.

     El otro no respondió, a pesar de que eso era lo que le había estado diciendo por semanas. Se puso de pie.

     —¿Qué tan pronto?

     —El viernes podríamos partir.

     —Pero... —Eso sí que Thibault no se lo esperaba—. ¿No tienes clases que dar?

     —Pediré lo que resta del semestre, ya no queda mucho. Mis alumnos sólo están realizando un proyecto final, me lo harán llegar por correo electrónico, no veo indispensable estar presente para... —Fue interrumpido. Thibault estuvo frente a él en un segundo, y lo tomó de ambos antebrazos. Se calló al instante.

     —Dime la verdad.

     —No puedo más —Killian ni siquiera lo dudó, confesó la realidad así de fácil, desnuda y cruel—. Necesito salir de aquí. Necesito desbloquearme... —Se zafó del agarre de Thibault y comenzó a caminar por la habitación, como si buscara salidas inexistentes en ese lugar.

     —Tranquilo. Lo haremos. Si ya tienes permiso, salgamos cuanto antes. —Thibault lo miró ir y venir, y le dijo con una voz pausada y tranquilizadora.

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