C16: Hiperventilar.

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—La señora MacQuoid me pidió que verificara algunos datos, eso es todo —dice con una sonrisa despreocupada, renstándole importancia

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—La señora MacQuoid me pidió que verificara algunos datos, eso es todo —dice con una sonrisa despreocupada, renstándole importancia.

—Pero tú eres contador, Corbin —señalo mientras él se inclina y presiona un botón del elevador. Comenzamos a subir y él mira el expediente entre sus manos antes de clavar sus ojos acaramelados en los míos y aflojar su corbata—. ¿Qué tiene que ver un hombre de números con asuntos administrativos relacionados conmigo? —Río sin comprender.

 —Creemos que hubo un problema con tu cuenta bancaria y la paga del mes. —El ascensor se detiene y las puertas se abren dándonos la bienvenida a un extenso pasillo. Él me hace un ademán para que salga de la caja de metal y a continuación lo hace el Doppelgänger de Travis Kelce—. Sé que no llevas ni una semana trabajando aquí, pero se paga por adelantado. Insisto en que no debes preocuparte, tengo todo controlado y pronto verás los números que tienes en el banco subir —asegura.

No es como si quiera verlos subir o lo necesitara. Tras la muerte de mi madre quedó a mi nombre absolutamente todo: la casa, el auto, el departamento en Nueva York y varios millones en el banco contando lo del seguro de vida. Y, hasta ahora, todo sigue intacto, cada centavo.
Bill me adoptó tras lo que ocurrió y él cubrió todos los gastos desde que tuve once años hasta ahora. No tocó ni pidió absolutamente nada para mantenerme, él se hizo cargo con la idea de que yo era la única que podía usar el dinero cuando tuviera conciencia y la edad suficiente como para sacarlo del banco. Aún ahora, a más de medio año desde que cumplí dieciocho, no me he atrevido a sacarlo.

Por eso trabajé como niñera cuando era adolescente cuidando al hijo de Joe y, exactamente por lo mismo, tengo un trabajo distinto ahora.

 —Nosotros compartimos oficina, no sé si alguien te lo ha dicho ya —informa el hombre de traje mientras caminamos a la par y nos detenemos frente a una puerta que, al abrirse, deja al descubierto un gran espacio con una vista panorámica increíble—. Espero que te guste.

Me adentro con emoción y examino cada rincón del lugar, tocando cosas que no tendría que tocar y abriendo gavetas que no debería abrir.  Entonces mis ojos caen en lo que creo que es mi nuevo escritorio, uno que está enfrentado al de Corbin.

—Sé que no tendría que haberlo hecho, pero me tomé el tiempo de leer todo el expediente a pesar de que lo único que tenía que mirar era lo relacionado con el banco —confiesa a mis espaldas, aún en el umbral de la puerta. Dejo de arrastrar las yemas de mis dedos por la superficie de cristal y espero a que continué—. Tu madre figura como fallecida, lo siento por eso.

—Eso ocurrió hace mucho, no debes disculparte —aseguro tras tragar. Me giro para encontrarlo y sonrío con cierto pesar y curiosidad—. ¿Por qué leíste todo el expediente? 

—Quería saber un poco más de ti. —Se encoge de hombros.

—En ese caso solamente necesitas preguntar, soy una persona muy transparente y abierta —reconozco dejándome caer en mi nueva silla giratoria.

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