C42: El apunte perdido.

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Me duele el rostro, pero el dolor físico no logra ser lo suficientemente fuerte como para opacar o distraerme del vorágine de cólera e impotencia que está creciendo en mi pecho

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Me duele el rostro, pero el dolor físico no logra ser lo suficientemente fuerte como para opacar o distraerme del vorágine de cólera e impotencia que está creciendo en mi pecho. 

—No sé para qué te digo que no te metas en problemas cuando lo haces de todas formas —se queja Zoe, entregándome una pequeña sonrisa que no llega a sus ojos.

Niego con la cabeza, sin saber qué responder a eso.

Aprecio su intento por animarme, pero tanto ella como yo sabemos que la noche se ha echado a perder.

No queda nada por celebrar, no quedan disfraces por lucir ni más frases para citar. Es increíble cómo una acción puede deshacer las decenas que se han hecho con anterioridad, cómo Wendell convirtió de la F3DL en algo que nadie quiere recordar, ocupando el papel de algún cruel villano de la literatura. 

Estoy sentado al borde de su cama, y ella se arrodilla en la alfombra sosteniendo una pequeña bolsa de hielo contra mi mejilla. Sus ojos aguamarina destellan con empatía, y simplemente se limita a acompañarme en silencio por un tiempo. 

Escuchar las sirenas fue una mala señal, pero nadie pensó que tendría este resultado.

Cuando llegué escaleras abajo vi a una pequeña multitud arremolinada en torno a la puerta de entrada, y deslizándome entre varios Sharps capté al oficial de policía discutiendo con Kendra.

Jamás lo había visto tan enojado, con sus fosas nasales abriéndose y cerrándose a tal velocidad, con sus ojos nublados por la ira mientras elevaba la voz hasta el punto de terminar gritándole a mi hermana a centímetros del rostro. La patrulla se mantenía a sus espaldas, las sirenas aún sonando, las luces todavía encendidas lanzando sombras rojas y azules sobre sus facciones abarrotadas de ira.

—¿Dejas a mi hijo con esa perra únicamente para venir a una estúpida celebración? —le espetó, señalándola con su dedo índice y avanzando.

Mila había logrado convencer a Kendra de asistir a la pequeña fiesta una vez que le aseguró que se quedaría con Kassian.

Al principio mi hermana se negó, por lo que la castaña tuvo que recordarle que tenía 24 años, que prácticamente no salía a ninguna parte desde alrededor de los dieciséis. Además, añadió que era más una reunión que una fiesta, y que si quería que mi sobrino la viera bien debía estarlo. Divertirse por unas horas, pasar tiempo con Larson y conmigo llevándonos bien y volviendo antes de las once a su departamento, era una forma de despejarse, de alejarse de los problemas y luego llegar a tiempo para arropar a Kassian.

Sin embargo, Wendell se presentó en su hogar de forma imprevista, y prácticamente estalló al saber que Kendra había salido dejando a Kass al cuidado de Mila.

—Vienes a pasar tiempo con los amigos de tu hermano, lo cual es realmente patético. —Se cernió sobre ella, e intenté abrirme paso entre los invitados que murmuraban por lo bajo—. Lánzas a tu hijo al primer par de brazos que ves únicamente para venir a jugar a los disfraces y probablemente para comportarte como la fácil que eres —escupió, e inhalé con brusquedad, frenándome por un segundo.

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