C20: Líos humanos.

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Las olas rompen contra la costa en un sonido que acelera el corazón

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Las olas rompen contra la costa en un sonido que acelera el corazón. El agua avanza a través de la arena húmeda y la naturaleza parece querer aferrarse a la playa antes de ser succionada mar adentro. La brisa sopla despacio, acariciando la piel y meciendo el cabello como delicadeza, contrastando con la brusquedad de las olas mientras avanzamos hacia el agua. 

Mi preocupación por el hecho de que la señora MacQuoid note mi ausencia se desvanece cómo las ráfagas de viento que van, vienen y desaparecen para dar lugar a unos segundos de quietud.
No soy capaz de pensar en nada más que en el hecho de que, por primera vez en mi vida, estoy frente a algo tan bravo, imponente y traicionero que podría arrastrarte consigo y consumirte, matarte.

Hay cierta belleza en el riesgo que representa.

—Cuando cumplí ocho mi mamá prometió traerme a la costa. —El recuerdo se abre paso a través de las cientos de memorias—. Sin embargo, no pudimos viajar porque pesqué un resfriado, así que ella llevó la costa hacia mí.

Blake detiene su avance y se gira, aún con mi mano libre entre las suyas, y esos ojos color cielo parecen resplandecer con empatía bajo la luz de una luna llena. Su mano, que dobla en tamaño en la mía y es ligeramente más áspera, refuerza el agarre con suavidad y da un apretón antes de dejarla ir.

—Llenó la tina y obligó a Kansas y a Malcom a cargar baldes de arena hasta el baño, y no fue hasta que las baldosas se perdieron en el color amarillo que me mandó a ponerme el traje de baño. —Una sonrisa que roza la melancolía y la gracia curva mis labios—. Cuando regresé ella había traído las reposeras del jardín, una pelota de playa, había puesto música de las olas rompiendo contra la costa y hasta me había traído un sombrero a pesar de que estábamos bajo techo.

—¿A dónde te dijo que estaban? —inquiere metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir y ladeado la cabeza mientras me observa contemplarlo. Me gusta la forma en que la brisa alborota su cabello, la manera en que sus ojos resaltan en el fondo oscuro que representa el mar.

—En Zicatela, una playa de México.

Él sonríe y baja la vista, clavando la mirada en sus pies hundidos en la arena.

—Creíste que la primera vez que visitarías la playa sería con tu madre, ¿verdad? —Trago y asiento en silencio, apartando la mirada e intentando divisar en qué punto del horizonte el océano se fusiona con el cielo nocturno—. Yo creí que mi padre estaría conmigo cuando aprendiera a conducir, cuando me graduara, cuando hiciera mi primer retrato. Creí que me acompañaría a comprar mi primer caballete y que sería el primero en ver cualquier lienzo que me atreviera a pintar.

Sé lo que siente.

—No suelo echarla de menos todo el tiempo —confieso—, bueno, tal vez inconscientemente, pero la realidad es que el peso de su ausencia se siente más en los momentos que deberían ser indiscutiblemente los mejores.

Extra pointWhere stories live. Discover now