C44: Tan bien y tan mal.

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—¡Me encantaría que mi pie se multiplicara un millón de veces para darte medio millón de patadas en el trasero en este instante, Hensley! —grita Bill, despertándome y haciéndome sobresaltar

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—¡Me encantaría que mi pie se multiplicara un millón de veces para darte medio millón de patadas en el trasero en este instante, Hensley! —grita Bill, despertándome y haciéndome sobresaltar. Del susto dejo ir a Zoe, quien se había quedado dormida sobre mi regazo. Su culo hace contacto con el piso antes de que sea capaz de sujetarla—. Y luego, cuando tengas las nalgas más rojas que una manzana, iré a comer un plato de pasta y luego volveré y te daré el medio millón restante.

—Creo que acabo de fracturarme el hueso coxal —lamenta Zoe, aún con voz somnolienta mientras bosteza—. ¿Qué necesidad de dar los buenos días así, Billy?

El hombre que acaba de entrar por la puerta se cruza de brazos, arqueando una ceja hacia la ecologista.

—No hay buenos días para usted, señorita. —Niega repetidas veces con la cabeza—. Son las seis de la mañana, por lo que tendrían que estar levantándose cada uno en su respectiva cama. —Hace énfasis en la parte de colchones separados, lanzándome una mirada que roza lo mortífero—. Y preparándose para ir a la universidad. ¡No tendrían que andar pasando la noche en mi oficina como si fuese un motel, y mucho menos dormir uno sobre el otro en lugar de hacerlo con paredes, puertas, una calle y una orden de restricción de por medio!

Rascándome la nuca me incorporo e inclino para ayudar a Zoe. Paso mis manos bajo sus brazos y la pongo sobre sus pies antes de llegar a su lado y compartir una mirada de complicidad mientras sus mejillas adquieren un ligero tono rosado.

Intento reprimir mi sonrisa, porque sé que Bill descargará una cantidad de patadas sobre mi trasero prácticamente incontable si me ve divirtiéndome con el asunto.

No era nuestra intención pasar la noche aquí, pero una vez que Zoe largó todo lo que había descubierto y nos abrazamos, el mundo pareció caerse sobre nuestros hombros. Estaba cansado, apestoso y sudado por el entrenamiento, pero a ella no lo importó cuando tomé asiento en la silla giratoria del coach. Tampoco le importó sentarse sobre mí y colgarse de mi cuello cual bebé a pesar de eso, y estoy seguro que ni siquiera pensó dos veces lo de cerrar los ojos. 

Yo tampoco lo hice.

El agotamiento, físico y mental, nos ganó a ambos. Eso sumado al hecho de que nos sentimos cómodos en los brazos del otro y el relajante y adormecedor repiqueteo de la lluvia que jamás cesó, dio como consecuencia esto: Bill Shepard queriendo extraerme hasta el último mililitro de sangre y usarlo como salsa.

No sé qué ocurrió ayer. Aún intento explicarme cómo en el mundo simplemente se dio media vuelta y dejó que Zoe hablase conmig...

Diablos.

—Hubo tormenta eléctrica toda la noche —susurro, recordando al hombre que dio el pronostico ayer. Los ojos de Zoe se amplían e incredulidad brilla allí—. Y no te despertaste, ni siquiera te diste cuenta, ¿verdad?

Zoe no ha sentido el agua de lluvia sobre la piel desde que es una niña, y comprendo que Bill nos dejó porque estaba sorprendido de que viniera corriendo hasta aquí a pesar de eso. Creyó que ella había superado una pequeña parte de su fobia, y no lo señaló, simplemente se apartó y me dejó con ella porque pensó que yo era el motivo de esa superación.

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