C51: Amor al cubo.

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Se supune que debía despertarme con el cantar de los pájaros

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Se supune que debía despertarme con el cantar de los pájaros.

No con el de Bill Shepard.

—¡Esto no era parte del trato, Hensley! —Me sobresalto al oír el grito y el bote se tambalea peligrosamente ante la acción—. ¡Se supone que regresarían a primera luz del día, no a la última! ¡Me debes ocho jodidos kilóme...! —La oración muere en sus labios.

Zoe, quien estaba cómodamente acurrucada contra mí, me roba la manta en su estado somnoliento para abrigarse a pesar de que tiene puesta mi camiseta, dejándome totalemente expuesto. 

Espero que el coach tenga miopía.

—¡Maldita sea, ¿qué diablos es esa cosa?!—chilla horrorizado desde la orilla, donde el Jeep está aparcado junto a la casa rodante—. ¡¿Por qué soy yo el que tiene que verlr el órgano viril a todos los hombres que aparecen en la vida de mis hijas?!

Estiro la mano para tomar la manta y tiro de ella, pero Zoe no quiere dejarla ir. El entrenador comienza a recitar una cadena de oraciones ofensivas mientras lanza los brazos al aire furioso.

Alcanzo un almohadón y lo uso como escudo provisional.

—¡No ocho, me debes diez kilómetros, Hensley! —advierte—. ¡No, mejor que sean cien! ¡Correrás hasta que tus piernas desaparezcan y debas brincar sobre tu propio trasero para llegar al Polo Sur!

Rebusco por mis prendas en el bote completamente avergonzado. Sin embargo, en cuanto contemplo al coach acercarse aún más a la orilla para tomar una vara, la bilis me sube a la garganta.

Acaba de pescar mis calzoncillos.

Su expresión se transforma. Luce estupefacto a medida que examina la prenda. Entonces una mezcla de cólera, disgusto e incredulidad cae sobre sus facciones.

Y se oye una risa por lo bajo.

Volteo mi cabeza para ver a Zoe acurrucada sobre su costado, luciendo pequeña escondida bajo el edredón. Su cuerpo se sacude ligeramente mientras intenta reprimir la hilaridad.

—Zoella Ryan Murphy Beasley Shepard, ¿tú lanzaste mi ropa interior por la borda? —indago.

—No es mi culpa —asegura rodando sobre su espalda—, fue el momento pasión —se defiende trayendo a colación lo que pasó anoche.

Reprimo una sonrisa mientras esconde la suya bajo la manta. Sus ojos aguamarina brillan de una forma incluso más clara y hermosa a la luz del sol, recordándome algunas playas paradisíacas a las que todos quieren ir y de las cuales ningún turista quiere volver.

—Me van a matar por tu culpar —le recuerdo haciendo un ademán con la cabeza hacia la orilla.

Ella se incorpora sobre sus codos y ve a Shepard maldiciéndonos a la distancia y apuntándonos acusatoriamente con la vara y la ropa interior verde. Ella extiende una mano y lo saluda con la aparente inocencia de una niña.

Extra pointWhere stories live. Discover now