C45: Sábados.

120K 16.3K 16.9K
                                    

Un mes y medio más tarde

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Un mes y medio más tarde...

—¿Qué es lo que más te asusta de todo esto? —susurro, esperando volver a sentirlo.

—Absolutamente todo.

Levanto la mirada y me encuentro con los comprensivos ojos de Kansas.

—¿Todo? —repito, moviendo mi mano sobre su estómago, en la espera de una patadita.

—Todo, pero luego recuerdo que la vida es como un plato de pasta: al comerlo puede que termines salpicándote la camiseta con salsa, pero lo importante es seguir disfrutándolo y comiendo hasta dejar el plato limpio. Las manchas, tarde o temprano, salen de la ropa.

Usar la comida como metáfora siempre funciona.

—Eso lo sacaste del libro de Billy, ¿verdad? Zopenco eres y zopenco serás. —Una pequeña sonrisa asoma en mis labios, y esta se ensancha en cuanto siento una patada contra mi palma—. Parece que alguien está de acuerdo con la filosofía de vida de los Shepard.

—Y también parece que quiere salir de ahí. —Reprime una sonrisa y observa su barriga con auténtica fascinación.

—Es indicutiblemente injusto —se queja una voz a mis espaldas, entrando a la antigua habitación de la castaña—. ¿Por qué solo las mujeres están biológicamente preparadas para el embarazo? Ellas pueden establecer un vínculo físico y emocional mucho antes que nosotros, por no hablar de la inigualable experiencia de la innata conexión.

—Deja de quejarte y ve a prepararme un sándwi... —Sus palabras se desvanecen y se ven reemplazadas por otras—. ¿Sabes qué? Vamos juntos. Te enseñaré qué cantidad de queso nos gusta a tu hijo y a mí y cuánta cantidad nos da gases.

Estoy a punto de reír un poco, pero no soy capaz de hacerlo al girarme y ver a mi hermano. Está sosteniendo un paquete, y esa es la razón por la cual Kansas se incorpora —imagínense a un lindo y algo cascarrabias elefante asiático intentando ponerse sobre sus cuatro patas—, y sale de la habitación. Sin embargo, no se me escapa la mirada que le lanza a Malcom.

Es una muy característica de los Shepard. Esta dice haz-algo-por-traer-eso-aquí-o-voy-a-patearte-el-trasero y  también quiero-una-hamburguesa.

—No dejará de enviarlos, ¿verdad? —Bajo la mirada a mis manos por un segundo. Ha estado enviándome cuadros todos los sábados desde que marché. Este es el sexto, y ya están acumulándose junto al viejo piano de Kansas.

—Espero que no lo haga —asegura, y tras oírlo aproximarse y dejar el paquete junto a la cama el colchón se hunde a mi lado bajo su peso—. ¿Recuerdas cuando una vez de niña nos dijiste que Ratatouille se había enojado contigo porque lo bañaste? Mencionaste que por eso dejó de comer los restos de hotdogs, pollo y sándwiches que le ofrecías.

Encuentro sus ojos. Son de un azul profundo, uno que destella con una mezcla de gracia y empatía al recordar aquello. Asiento y una pequeña sonrisa ladeada curva sus labios.

Extra pointWhere stories live. Discover now