C46: Código arcoíris.

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—Hey

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—Hey... —Kendra se acerca en cuanto dejo caer mi bolso de ejercicio junto a la cabina del pequeño café antes de tomar asiento—. ¿No deberías estar en el entrenamiento?

Niego con la cabeza mientras ella rehace su cola de caballo, la cual parecía estar algo floja.

—El coach ha recibido una llamada de su yerno, su nieto nacerá pronto —explico.

Ella me sostiene la mirada y veo en sus ojos azules un poco de esperanza.

—¿Te ha dicho algo sobre...? —No la dejo terminar.

—No, nada. —Masajeo mi nuca, donde los músculos están tensos—. Solamente me repite que lo está procesando, pero no quiero conformarme con eso. Quiero saber más, pero ya le he enviado el último cuadro diciéndole que le dará espacio —explico sintiendo un nudo formándose en la boca de mi estómago—. Es hora de seguir adelante.

—Estás haciendo bien, Blake —asegura, sonriéndome con confianza—. Creo que eras muy pequeño como para recordarlo, pero papá solía decirnos que a veces es necesario tomar caminos separados. Si el destino así lo quiere, volverán a unificarse y seguirán el mismo sendero.

—¿Y si no creo en el destino? —indago con una poco de diversión, y ella rueda los ojos. Cuestionar rebuscadamente a mi hermana siempre me anima.

—Entonces quítate la camiseta y ponte a unificar los caminos con tus propias ma... —Alguien la corta.

—¿Yo también puedo quitarme la camiseta, mamá? —Kassian aparece con su mochila rebotando en su espalda—. Me han crecido los músculos por levantar tantas veces el libro de matemáticas, y quiero mostrárselos a la abuela. —Se acerca flexionando sus bíceps.

—La abuela no quiero ver algo inexistente, cariño —responde Betty siguiéndole el paso y poniendo los ojos en blancos.

—Mamá... —advierte Kendra, lanzándole una mirada de reproche mientras acaricia el cabello de mi sobrino en cuanto pasa junto a ella para subirse al asiento junto a mí—. ¿Qué dijimos sobre estrellar los sueños e ilusiones de Kassian contra el piso como si fuesen una tortilla?

Reprimo una sonrisa ante eso mientras la mujer vestida de etiqueta pasa junto a ella haciendo un ademán para restarle importancia. Se siente frente a mí y deposita su pequeño bolso de diseñador sobre la mesa.

A Ingrid le agradaría.

—No aliento fantasías. Si quiere músculos que vaya al gimnasio. —Se encoge dentro de su abrigo y se saca las gafas—. Puedo hacer que mi nueva asistente le consiga una membresía.

—No sabe distinguir entre derecha e izquierda, ¿y tú quieres que vaya a un gimnasio? —Arqueo una ceja recargándome en el asiento con los brazos cruzados.

—¡Tío Blake! —chilla avergonzado antes de golpearme el hombro—. No tenías que contarle eso a la abuela, ahora creerá que soy estúpido.

—En parte lo eres, es parte de la niñez —acota la empresaria.

Extra pointWhere stories live. Discover now