12. Val odia las mentiras

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«¿Por qué le habla con tanta confianza una humana?»

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«¿Por qué le habla con tanta confianza una humana?».

—¿De dónde se conocen? —inquirí con curiosidad; lo último que necesitábamos era otro lío.

Melina esbozó otra sonrisa y pareció estar a punto de soltar una bomba, pero no tuvo tiempo de hacerlo.

Leviatán pasó frente a mí con rapidez y colocó su mano en el brazo de ella. La miró fijamente, como para indicarle que debía marcharse.

«Sé lo que estás haciendo, rata. No vas a intimidar a nadie mientras yo esté presente», pensé.

Me interpuse entre ellos, obligándolo a soltarla. Luego me crucé de brazos, aún esperando mi respuesta. Pero entonces caí en la cuenta de que debía mantener nuestra tapadera, así que añadí:

—Quiero decir..., mi primo es nuevo aquí, sería raro que se conocieran desde antes.

—¿Qué? —Melina volvió a fruncir el ceño—. Estuvo aquí hace unos meses, con el otro chico.

¿Otro chico? ¿Se refería a Mam o Amon?

Levi trató de parecer calmado, pero sus expresiones corporales lo delataron, incluso empezaba a respirar con dificultad. Desvié mi atención unos segundos para mirar a los otros dos, pero parecían igual de confundidos.

—Sí, bueno —interfirió Leviatán—. Ya nos tenemos que ir. Hasta luego, Mel.

La echó antes de que yo pudiera descubrir cuál era su relación.

Ella se fue tan pronto como había llegado, con el sonido de sus tacones golpeando el piso imponiéndose al bullicio general. El resto de las personas también seguían su camino, y los maestros empezaban a ingresar en las aulas, lo que me alertó de que yo tendría que hacer lo mismo en cuanto hablara con Dani y viera si no había entrado en pánico al ver que me había esfumado.

Desaparecer sin razón alguna para participar en una reunión mágica con seres del inframundo no era algo que hicieran las amigas.

Estaba a punto de echar a correr cuando Levi se materializó delante de mí y me detuvo. No dejaban de pedirme que los ayudara y, sin embargo, ellos no se molestaban lo más mínimo en pasar desapercibidos. Eran unos idiotas, pero ese día lo estaban siendo más de lo normal.

Levanté la cabeza para hablarle, pero me topé con una mirada diferente a la habitual; la frialdad en sus ojos me hizo retroceder. Sin embargo, me aferré a mi orgullo. No iba a demostrarle que me intimidaba, porque no lo hacía. ¿Qué diablos les pasaba?

—¿Desde cuándo te metes en mis asuntos? —me espetó.

Claramente, ese día nos habíamos levantado con el pie izquierdo.

—Desde que ustedes se metieron en los míos, Levi. ¿O es que no recuerdan que los estoy ayudando a huir de quién sabe qué como los cobardes que son?

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now