41. Los cuadros del infierno

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As debía de tener alguna razón para darnos el collar

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As debía de tener alguna razón para darnos el collar... Debía de haber algo que no estábamos viendo.

¿La cita con Mam había sido real o él también estaba tratando de sacarle partido a la situación de algún modo? A fin de cuentas, yo había aprovechado para sacarle información a él...

¿Y si Agus y Mel tenían razón y yo estaba del lado equivocado? No, no estaba de ningún lado, yo solo estaba tratando de sobrevivir.

—Val —me llamó Dania a través del teléfono—, ¿me estás escuchando? ¿Ya te lavaste la cara?

—Estoy despierta —aseguré—. Es que me quedé hasta tarde pintando.

—Al menos ya los tenemos. Es odioso que esta parte no sea ni un cuarto del trabajo. De hecho, solo es la base sobre la que se sustentarán nuestros estudios.

—Sí... —Bebí un sorbo de mi chocolate con leche—. Las vas a exponer en tu casa mañana por la tarde, ¿no? ¿En el mismo sitio donde tu hermano vendía sus pinturas?

—No, «vas» no, «vamos». Vamos a hacerlo juntas —corrigió—. A ver si aprovechamos para hablar, que no compartimos casi nada este año.

—Oh, sobre eso... —Tragué saliva—. No podré ir.

Me levanté a comprobar que las pinturas estuviesen en buen estado para entregárselas. Primero revisé la mía, que había perdido parte de su saturación, aunque al menos se parecía bastante a mi idea original.

—¿De qué hablas?

—Estoy castigada, me escapé.

—Tú siempre te escapas, no tiene sentido.

—Es complicado. —Me moví para observar el cuadro de Amon—. Pero no puedo ir. Y probablemente tampoco pueda estar mucho contigo hoy. Pensaba llevarte las pinturas y volverme.

—Valen.

—¿Sí?

—Si lo que quieres es cortar la amistad, puedes decírmelo —farfulló—. Desapareces constantemente, no me escribes en días y, cuando lo haces, es para hablar de temas del instituto o de ti. Casi no compartimos actividades. Siento que solo quieres alejarte de mí.

—Dani, no es eso.

—Ya solo te juntas con otras personas, y eso está perfecto, no tienes por qué estar con las mismas de siempre si no quieres, pero dímelo, no es agradable sentirse ignorada.

—No te estoy ignorando, es solo que tengo muchos líos en la cabeza.

—¿Esos líos que solo me cuentas a la mitad o los que directamente me ocultas?

El teléfono se me resbaló de las manos.

—Veo que andas bastante ocupada escapándote y conviviendo con otras personas, tómate tu tiempo. Solo te recuerdo que la subasta es para un proyecto escolar que, por cierto, estoy haciendo prácticamente sola porque soy consciente de que tienes problemas.

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now