22. Ahogarme

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Mi atención voló a las imágenes

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Mi atención voló a las imágenes. Me preparé para odiarlo, para quedar traumatizada por su apariencia, para empezar a sentir ganas de huir ante la sola idea de tenerlo cerca.

Era una pena que el mundo tuviera otros planes para mí.

Sentado en su trono con total seguridad, un demonio de piel dorada se encontraba rodeado de sirvientes. Cada centímetro de su cuerpo brillaba, y su mirada era absolutamente deslumbrante.
Portaba cientos de joyas, tanto en las manos como en el cuello, y sonreía ante las atenciones que le profesaban las personas a su alrededor.

—Tiene varios nombres, pero todos significan «riqueza».

—¿Tiene algo que ver con el dinero?

—Tiene todo que ver con el dinero.

—Ah.

—Es detestable, influyente, posesivo, materialista... Y lo peor es que es de los demonios más poderosos que existen en la actualidad. ¿No te da rabia?

—¿Qué tiene de malo? —cuestioné.

—¡¿Cómo que qué tiene de malo?!

—Quiero decir, las personas son las que deciden alabar el dinero. Él no tiene la culpa... ¿La tiene?

—Por supuesto, ¿no lo ves? Ya deben de haberte comido la cabeza.

Debía de estar loca, pero realmente no me parecía tan horrible.

Cerré el cuaderno sumida en mis pensamientos y Agus permaneció en silencio durante un rato más. Intenté salir de mi trance parpadeando repetidamente, pero no podía dejar de pensar en que yo misma era la culpable de la situación en la que me encontraba; tal vez si hubiera avisado a alguien o hubiera hablado con un superior, no estaría metida en estos problemas. Aunque, claro, ningún humano común habría estado a la altura, de cualquier modo.

—¿De dónde sacaste ese collar que llevas? —dijo al fin Agus, devolviéndome a la realidad.

Acercó su mano a mi cuello, pero yo retrocedí por instinto y la alejó al segundo. No confiaba tanto en él como para contarle todo; me preocupaba darle demasiada información, por algún motivo.

¿Me estaba equivocando?

—¿A qué viene la pregunta?

—Se ve valioso, quería cambiar de tema —admitió.

—Oh, perdona.

—En fin. Mi recomendación por ahora es que no te quedes a solas con ellos. ¿Notas algo raro al estar en su presencia?

«Solo una tensión sexual extraña a veces. Gracias por preguntar».

—En absoluto.

—En el convento es fácil que estés más aislada, y te vendría bien tener supervisión constante; intenta participar en todas las actividades en grupo que puedas.

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now