30. Ser poderoso

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Mi amistad con los chicos (una en la que ellos eran mis demonios y yo su mascota humana) se fue volviendo cada vez más distendida, hasta el punto de que ya ni siquiera se molestaban en ocultarme sus confabulaciones

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Mi amistad con los chicos (una en la que ellos eran mis demonios y yo su mascota humana) se fue volviendo cada vez más distendida, hasta el punto de que ya ni siquiera se molestaban en ocultarme sus confabulaciones.

«Cité al contacto detrás del templo», dijo Levi mentalmente.

El impulso de responder en voz alta se desvaneció al encontrarme con la mirada de mi madre en la mesa. Casi había olvidado que estábamos en mitad de una comida «familiar».

En los últimos días, a Mam se le había dado especialmente bien eso de fingir que era un chico normal, y mis padres estaban tranquilos y encantados con los nuevos vecinos. Entre esa aparente cotidianeidad y los estudios, mi mente había tenido ocasión de despejarse y olvidarse un poco de todas las cosas paranormales que me rodeaban.

«¿Por qué han elegido a Mel en concreto para que haga de intermediaria?», intervine, metiéndome en su conversación.

«¿Cómo sabes tú eso?», preguntó Levi. Mam balbuceó algo en ese otro idioma que empleaban a veces, cuando no querían que yo me enterara de algo.

Levi suspiró y continuó:

«Ella era una devota de Asmodeo y mía, es una bruja y puede ayudarnos. Aunque no me fiaría mucho, porque prefiere a As antes que a nadie».

«Parece que ya vamos solucionando nuestros líos. Me siento orgulloso de ti, Mam. Estás demostrando ser un gran líder», comentó Amon.

«¿De Mam?», inquirió Levi. «Pero si lo he hecho todo yo: conseguí los contactos, tracé el plan, me inventé nuevas identidades y encontré un objeto con el que defendernos».

«Cállate, a nadie le gustan los presumidos», replicó el pelirrojo.

«Pero ¡¿por qué todo el mundo que conozco parece preferir a cualquier otra persona antes que a mí?!».

«Porque te pasas la vida envidiando lo de los demás en lugar de trabajar en tu odioso ser», espetó Mam.

Se me cayó el tenedor de la sorpresa al escuchar su voz áspera y decidida; no había dudado en soltarle aquella daga a un amigo al que conocía desde hacía una eternidad. Me desagradó descubrir esa faceta suya. No había excusa para que hablara a Levi de esa forma, y lo peor era que no parecía arrepentido.

Todos me miraron cuando el cubierto golpeó el plato de porcelana y yo intenté disimular mi disgusto. Ya había terminado de comer, así que me ofrecí a recoger la mesa. Más que nada porque quería que el almuerzo acabara cuanto antes.

Mis padres salieron a hacer unos recados y nos dejaron solos en casa. De pronto, me vi frente a frente con Mam, a apenas unos centímetros de distancia de él. Se ofreció a tomar los vasos que yo llevaba en las manos, pero ni siquiera me molesté en responderle. Sus palabras y su tono cruel me habían dejado mal sabor de boca.

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now