Capítulo 4:

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RACHEL:

Le guiñé un ojo al espejo.

—Fabulosa.

—¡Oh, por Dios! —Mi clienta se cubrió la boca con ambas manos. Luego llevó una de ellas al rizo dorado que caía delicadamente sobre su mejilla. Era un espiral de luz. Por fin le sacaba verdadero provecho al montón de lecciones de belleza que mamá me había obligado a tomar desde niña. Clases de cómo maquillarme, vestirme y peinarme para estar a la altura de la reputación de mi familia—. ¡Eres buenísima!

—Lo mejor para mis mejores clientas.

—Por supuesto que sí. No me verás en ningún otro salón. —Le devolví la sonrisa, feliz de tener otra ciudadana de Brístol en mi bolsillo, mientras veía cómo se hipnotizaba a sí misma con su reflejo—. ¿Qué días te puedo encontrar aquí?

La pequeña mujer rubia asistiría a una boda. Vino a mí siguiendo los consejos de su mejor amiga, quién ahora era la envidia en el trabajo ya que no solo arreglaba su cabello, sino que también violaba los términos profesionales de nuestra relación involucrándome en su guardarropa al acabar mi turno. Estaba bien con eso. Ir de compras y seleccionar conjuntos habían sido mis actividades favoritas durante años. Ahora sacaba provecho de ello. Con respecto a Melissa, mi actual clienta, ella solo tenía problemas domando sus rizos rebeldes. Me tomó dos horas hacerme cargo. Si antes era bonita, ahora la novia tendría que tomarse unos minutos para compararse con ella, retocarse, preguntarle quién era responsable de su nueva apariencia y posponer la boda para tener una cita conmigo antes.

—Todos los días de nueve de la mañana a siete de la noche, excepto domingos.

—Oh...

—¿Tienes algo el domingo?

—Sí, una reunión con la familia de mi novio.

—¿La primera vez?

—Sí. Estoy muy nerviosa. He oído que su madre es muy gruñona.

Saqué una tarjeta con mi número.

—Toma. Llámame entre semana y acordamos una hora.

—¡En verdad eres genial! —Se levantó pegando un salto para abrazarme. Le devolví el gesto con incomodidad que, por fortuna, notó—. Lo siento, lo siento, lo siento. Olvidé que estás embarazada. —Puse los ojos en blanco. Mi vientre estaba enorme. No verlo era como no ver agua desde un barco en medio del océano—. ¿Cuántos meses tienes?

—Seis —contesté acariciando mi abdomen por encima de la camisa para embarazadas, la mejor oferta que encontré en un boutique de diseñador.

No tener dinero no significaba vestirme mal.

—Seguro será tan hermoso como tú. —Cerré los ojos cuando hizo eso de alargar su mano para frotarme como una esfera de cristal. No era la primera vez. Todos amaban invocar espíritus a mi costa—. Aunque apuesto que es una niña.

Fruncí los labios. Lo dudaba. Pateaba mucho. Se movía dentro de mí como burbuja en una lámpara de lava. Imaginaba más un mini jugador de fútbol, pero no tenía preferencias. Los uniformes deportivos de fútbol para niñas también eran adorables.

Para evitar que se hiciera más tarde para ambas, a ella la esperaba una boda nocturna y a mí un nuevo capítulo de The Vampire Diaries, mi adicción desde que ver televisión se convirtió en un pasatiempo, la envié con Miranda. Cuando se fue me despedí de Cleopatra, lo más parecido que tenía a un amiga, y agité mi mano a las otras chicas mientras colgaba mi delantal en la perchero. Eran como mi segundo hogar. Habían reforzado todos mis conocimientos, mejorándolos.

Deseos encontrados © (DESEOS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora