Capítulo 34:

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RACHEL:

El sábado llegó más pronto que tarde. Cuando anunció nuestra salida a Nathan se le había olvidado añadir que se trataba de al día siguiente. A mí recordarlo. Este hecho había formado un apretado nudo de anticipación en mi estomago. Por su parte, Marie dejó de bombardear mi número y se retiró del campo de guerra al darse cuenta de que la intriga permanecería en ella hasta nuevo aviso. Ryan, por el contrario, no desistía y me perseguía de un lado a otro cuando estaba en casa. Yo lo evitaba, pero esa era una estrategia que no duraría mucho en vista de que compartíamos el mismo techo.

No me sorprendí cuando llegó a su fin.

Era mediodía. Estaba preparando mi batido para tomar luego de hacer ejercicio cuando llegó el momento de dejar de ser una cobarde. Desde la cocina podía oler los litros de colonia masculina acercándose a través del pasillo. Apagué la licuadora y metí el preparado en la nevera.

—¿Has dejado de actuar cómo una niña? —preguntó.

—Hola —dije.

Él puso los ojos en blanco y se acercó al refrigerador, de dónde sacó un agua sin abrir. Iba camino al gimnasio, lo cual significaba que este encuentro no duraría mucho.

—¿Eso es lo único que tienes que decirme? —Alzó una ceja cuando fingí perderme en las baldosas del suelo—. Rachel.

Aprovechando mi falsa distracción, Ryan se había tomado la libertad de alzar mi rostro entre sus manos de tal manera que no pudiera escapar de su escrutinio. Me sentí expuesta cuando me dio esa mirada de policía y me costó bastante reservar mis motivos, no exponerlos al mundo. A pesar de la culpa y de la ira por quedar en medio de dos los posibles extremos, permanecí fiel a mis decisiones.

—¿En dónde está?

—¿Qué cosa? —pregunté intentando sonar inocente.

—La maldita foto, Rach. ¿En dónde la tienes? Gary no la habría tomado.

Me encogí por el volumen de su demanda. Era inútil negar que fuera la responsable de su desaparición, pero prefería omitir su parte de la historia hasta que Marie me diera la suya. Ella podía ser la razón por la que era tan idiota, pero él también podía ser la que explicara por qué el corazón de mi hermana era tan frío. Estaba claro por la manera desenfrenada en la que Marie había intentado contactar conmigo y por cómo Ryan me reclamaba que a ambos le importaba.

—La perdí.

Sus ojos brillaron con furia y dolor a penas contenido. Pérdida. De repente, su piel adquirió un tono pálido y sus brazos cayeron a ambos lados de su cuerpo.

—¿La... la perdiste? —tartamudeó y se me hizo casi imposible emparejar al Ryan frente a mí con el que liberaba intensidad y justicia por cada uno de sus poros.

—Sí —contesté con indiferencia—. La encontré en tu cuarto mientras te ayudaba a acomodarte en tu cama porque estabas borracho y accidentalmente la perdí.

—Rachel, no tenías por qué haberte metido en mis asuntos —gruñó.

Me encogí de hombros, comprensiva y confundida.

—Lo siento.

Aún no podía entender cómo él y ella terminaron juntos. Eran tan diferentes, provenían de mundos tan diferentes. No me refería a la clase social, aunque eso también tenía que ver, sino a sus personalidades. Marie era tan perfeccionista y Ryan tan brusco, pero en lo que sí estaba de acuerdo era en que ambos eran intensos.

—¿Lo sientes? –Caminó de un lado a otro—. ¿Qué sientes? ¿Invadir mi privacidad o abusar de mi confianza?

Y mentirte, añadí para mí.

Deseos encontrados © (DESEOS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora