Capítulo 31:

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NATHAN:

El día siguiente a la negociación con el fosforo maniático y al episodio con Rachel en el ascensor, me presenté en la agencia de eventos. Le había ordenado Lucy confirmar mi cita antes de venir en caso de que se hubiese retractado después de lo que sucedió. Por fortuna no fue así, pero, irónicamente, tenía que tener una cita para hablar con la madre de mi hija en su trabajo cuando ella se paseaba por el mío a su antojo. Antes de llegar, en lo que esperaba que tomara como una señal de paz, pasé por la cafetería y compré el café que John le hacía y pretzels para mí.

Por alguna razón me había puesto el mejor traje que tenía, además de una corbata aprobada por mamá. También me afeité la barba y usé colonia extra. Probablemente tardar tanto arreglándome era poco masculino, pero fui recompensado por la mirada de apreciación de muchas mujeres.

Eso incluía la de Rachel, pero ella no llevó el asunto más allá de la apreciación.

—¿Redecoraste? —le pregunté ofreciéndole el café y los pastelillos que compré para ella, los cuales tomó fingiendo desinterés.

—El hijo de Cristina trabaja en ello. Nos hace descuentos. —Tomó un sorbo de café. Su oficina seguía igual, pero el estudio tras ella había cambiado. Ahora la pared de fondo que daba con la calle era completamente de cristal—. Gracias por la merienda y por el teléfono, Nathan.

Había enviado una nueva y más actualizada copia de su iPhone ayer. Fue lo que hice luego de abandonar a su acosador en el hospital con un cheque. Doble apellido en los contactos incluido. El aviso de las miles de llamadas de un mismo número desconocido, también. Rachel, recostándose hacia atrás y subiendo las mangas de su ceñido traje gris, me dedicó una mirada audaz. Tragué.

Podía ver el inicio del encaje de su sujetador.

No lo hagas. No mires. Sé fuerte. Estás aquí por Madison, me recordé.

—¿Madison? —pregunté con voz ronca.

Sonaba como un pervertido.

Fabuloso.

—En la guardería, Nathan. No sé cuantas veces tengo que repetirlo. De lunes a viernes está allí hasta las tres.

Asentí. Era mejor que pensara que tenía memoria de cacahuate a que tuviera una ligera idea de lo que en verdad pasaba por mi mente. Tomé asiento frente a ella.

—¿Cómo haremos esto?

De la nada un cronograma apareció sobre su escritorio, días miércoles, jueves y viernes tachados en él.

—Esos son los días que salgo tarde. Generalmente encuentro a alguien que me ayude con Madison, pero como su padre puedes hacerte cargo a partir de ahora, ¿no?

Parpadeé.

—Sí —acepté aunque no tenía ni idea de si podría hacerlo.

Había leído libros al respecto. Me había informado acerca de su crecimiento. Sabía que estando a sus ocho meses ya gateaba, se mantenía de pie y daba pasos cortos con apoyo. Se suponía que estaba a punto de decir sus primeras palabras y caminar.

Estaría allí para verlo.

Pero no estaba seguro de tener todo lo necesario para ella en casa. No hoy. Lo resolvería, sin embargo. Todo era cuestión de práctica, de aprender sus manías, solo esperaba que no fuera a partir de hoy, sino de la semana siguiente. Era jueves. No tenía nada preparado para Madison aún y...

—Fantástico. —Rachel aplaudió, extasiada—. Imagino que tu expresión de entusiasmo quiere decir que esperas empezar lo más pronto posible, ¿no? —Sin darme tiempo para responder, continuó—. Hoy tendré una cena con una clienta a la cual no puedo faltar. Me gustaría probarte para asegurarme de que no estemos yendo demasiado rápido, así que solo serán dos horas. Yo misma llevaré a Madison a donde quiera que estés y la buscaré.

Deseos encontrados © (DESEOS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora