Capítulo 12:

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RACHEL:

Estaba un paso de obtener un bronceado naturalmente perfecto mientras Maddie jugaba a mis pies con la arena de mi isla de ensueño, literalmente soñando, cuando el estruendoso sonido del timbre me despertó. Jadeé antes de rodar sobre mí misma e incorporarme. Después de verificar a Maddie, que seguía durmiendo en su cuna como un pequeño oso invernando, me cubrí con un albornoz para ir al baño a echarme un vistazo antes de abrir.

—¡Ya voy! —grité al oírlo de nuevo.

¿Quién podría ser lo suficientemente insensible para despertarme a las siete de la mañana un domingo? No se le hacía eso a una madre soltera. Acomodé un poco mi cabello antes de destrabar la puerta. Fruncí el ceño al encontrarme con Ryan y su bolso militar. Usaba vaqueros ajustados, un suéter ancho y botas de combate. Al entrar depositó un sonoro beso en mi mejilla, raspándome con su barba. A pesar de que lo hizo para enojarme, solo me molestó la baba que dejó en mi cara. La quité con el dorso de mi mano mientras lo seguía. Le había cogido cariño. Los últimos días sin él y Gary fueron solitarios, pero se suponía que serían más.

—¿No se iban a quedar una semana más?

—Yo no. —Agrió el rostro ante lo que sea que pasó por su mente o por el sabor del café de ayer que calentó y bebía de mi taza rosa—. Londres no es para mí.

Sonreí al imaginarme a Gary obligándolo a montarse en un autobús turístico de dos pisos para recorrer la capital o tomándole fotos a bordo del London Eye.

—Eso pensé cuando me dijeron que irían.

—¿Por qué no me advertiste?

—¿Y hacer que te perdieras el tour? —Sonreí con malicia—. No me lo perdonarías.

—Me habrías caído un poco mejor si lo hubieras hecho.

Le saqué la lengua.

—No tengo ganas de caerte mejor.

—Se nota que no.

Me acerqué al refrigerador para sacar los ingredientes de mi sándwich. Mi estómago rugía exigiendo comida.

—¿Por qué no abriste con tus llaves? Pensé que era el lechero.

—Perdí mis llaves en una maldita gasolinera —respondió encogiéndose de hombros como si no le preocupara, pero sabía que cambiaría la cerradura a penas tuviera oportunidad—. Lamento si te desperté o a Maddie, pero estaba cansado de esperar en el piso a que le dieran final a su sueño de belleza. Por cierto, ¿dónde está?

—Dormida —respondí dándole un mordisquito a un trozo de pepino.

—Ajá...

—¿Qué? —pregunté cuando no apartó sus ojos oscuros de mí.

Alzó las cejas.

Bajé la mirada y me ruboricé al darme cuenta de que todavía estaba en albornoz y camisón. No soporté la intensidad de su expresión, por lo que corrí a mi habitación en búsqueda de un conjunto deportivo dos tallas más grandes que usaba los fines de semana. Viéndome más acorde a la situación, regresé a la cocina luego de confirmar que la respiración de Madison seguía siendo suave. Cuando se lo proponía podía dormir aunque el mundo se estuviera acabando.

—¿Qué tal le sentó Londres a Gary?

Tras buscar mi desayuno en la cocina, me senté en el sofá junto a él. Ahora sostenía un tazón lleno de cereal y veía el noticiero. No se había cambiado, pero sí quitado los zapatos. Tenía pies bonitos, pero nunca se lo diría. Probablemente empezaría a imaginarse como modelo de zapatos.

Deseos encontrados © (DESEOS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora