Capítulo 25:

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NATHAN:

Rachel no dejó de lanzarme miradas acusadoras y con ira a penas contenida a lo largo de la función. Loren, quién consiguió que nos sentáramos todos en una misma fila, reía mientras John me daba palmadas en el hombro.

—Tranquilo. Se le pasará.

Pateé el banco de adelante.

—A Rachel nunca se le pasa nada.

Loren me palmeó el otro hombro después de darle un trago a su copa de vino. Fruncí el ceño. No había visto vino en la mesa de aperitivos. Solo pudín, manzanas acarameladas y jugos de cartón. Contuve la necesidad de preguntarle dónde lo consiguió. Necesitaba una copa.

—Te equivocas, Blackwood. Conozco a mi hermana. Sé cómo luce cuando tiene miedo. —Sonaba serio—. Te teme. No sé la razón, pero algún día verá que es una estupidez y te dejará acercarte. Mientras tanto disfruta de la vida.

Esto último lo dijo con la mirada clavada en una pelirroja que iba tras un grupo de niños. Usaba el uniforme de las trabajadoras de la guardería de Madison.

—El mismo miedo que siente por el aire —solté, desagradado por tener que lidiar con otra persona más inmiscuyéndose en mi desastre.

Negó mientras daba otro sorbo.

—No, el mismo que le tienes a una decisión que podría cambiar tu vida —habló como si tratara como un niño, lo que me molestó—. Si es para mal se odiará a sí misma por haberte dado acceso. Rachel tiene un problema asumiendo responsabilidades que no le corresponden.

Hice una mueca. Las ganas de corregirlo me noqueaban. Si habría algo peor que recibir su mierda cuando se enterara que no las ayudé como probablemente pensaba, era que me tratara como que sí. En vez de preocuparme sus palabras, cuyo significado ya conocía por experiencia, observé la madre de mi hija. Estaba hablando con otras mujeres junto a la mesa de aperitivos. Madison aún estaba usando su adorable disfraz de oveja mientras se agitaba intentando llamar su atención.

En anhelo que sentía hacia ellas se convirtió en molestia cuando Ryan la tomó.

El idiota usaba cada oportunidad que tenía para estar cerca de ellas.

—¿Tienes más de eso? —le pregunté a Loren.

Asintió mientras se hacía a un lado, revelando una cava tras de él, y me entregaba un vaso de plástico para que lo sostuviera mientras lo llenaba.

—¿Trajiste una cava contigo? —preguntó John con perplejidad.

El hermano de Rachel se encogió de hombros.

—No hay manera de que soportara esto sin alcohol.

—¿No querías ver a Madison? —pregunté.

Si de verdad era igual a su padre podía entender por qué no quería estar aquí, pero era de su hermana exiliada injustamente y de mi hija de quién estábamos hablando.

—En lo absoluto. Maddie es adorable, pero más importante aún, es una Van Allen. Tiene mi sangre. No existe nada que no haría por ella —respondió y apuntó con su vaso hacia un grupo de bebés llorando en coro—. Pero si tuviera la oportunidad lanzaría a esos engendros del infierno a un abismo.

No le quité la razón. Maddie era especial.

Probando mi teoría, una niña de alrededor de ocho años vestida de princesa se acercó a nosotros. Agitó sus rizos rubios fuera de su rostro y miró a John alzando una delgada ceja, quién apartó la vista de su teléfono para observarla.

Deseos encontrados © (DESEOS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora