Capítulo 37:

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Miércoles, 14 de diciembre del 2011

RACHEL:

Nunca digas nunca.

Me había prometido a mí misma que no me dejaría llevar por lo que sentía y ahora era quién iniciaba los besos entre Nathan y yo. Se suponía que nunca lo perdonaría, pero ahora estábamos tan cerca de ser una pequeña familia feliz que en ocasiones me preguntaba si ya no lo éramos. Nunca pensé que me sentaría junto a él en una misma mesa, que algún día podríamos llegar a actuar como personas normales alrededor del otro o que algo más podría salir de la atracción mutua.

Pero aquí estaba.

Me arreglaba para una cita doble con mi mejor amiga y su mejor amigo.

—Te ves bien. —Cleo ató los cordones de sus zapatillas, la cual combinaba con pantalones de cuero y una camiseta ancha. Se veía bien a su estilo estrella de rock. Sus ojos estaban ahumados—. A Nathan se le volarán los sesos cuando lleguemos.

Dejé de cepillar mi cabello para evitar que se cayera. Estaba tan brillante y lacio que podría salir en un comercial de shampoo sin necesidad de Photoshop.

—¿Qué película veremos?

Puso los ojos en blanco. Desde un principio no había querido ir al cine, pero en vista de que Nathan quería hacer conmigo todo lo que un novio normal haría, no asistiríamos a ningún lugar que le gustase a mi amiga por hoy.

—No lo sé. Ellos se encargarán. No oí a Diego mientras me hablaba de ello.

Pensé en los filmes de acción que Nathan veía con o sin Madison y me estremecí. En un principio, cuando me comentó que en los periodos más tempranos de su juventud su única actividad libre había sido estudiar y ver documentales, no le creí. Después de pasar algunas horas en su compañía había descubierto su faceta hogareña, calmada y sosa no era un mito. Ni siquiera salía de su casa para otra cosa que no fuéramos nosotras o su trabajo. Era extrañamente adorable que fuera feliz con tan poco cuando tenía el mundo a sus pies, en mi opinión.

Cleopatra y yo nos marchamos cuando Diego le mandó un mensaje preguntándole que había ocurrido con nosotras, momento en el que me enteré de que íbamos gravemente atrasadas. Ella había querido que pasáramos tiempo juntas, así que se había negado a que él y Nathan nos recogieran.

—Lo bueno se hace esperar —dijo tras atender su llamada y colgarle.

La rubia se miró en el espejo retrovisor del taxi durante todo el camino. Para cuando llegamos el chófer estaba enamorado de ella. Vi cómo su corazón se rompió un poco cuando nos bajamos. Con una sonrisa de disculpa, le pagué y le permití irse. Al darme la vuelta Cleopatra estaba unos pasos más adelante. Me dirigí a ella frunciendo el ceño, alcanzándola con esfuerzo gracias a mis tacones.

—¿No te molestaría que Diego te hiciera esperar?

—Lo bueno no espera, Rachel —respondió suavemente, fijando sus ojos en dos cuerpos junto a un carro de palomitas.

Nathan me miró con su habitual interés y me cogió de los hombros para acercarme a su pecho y darme su mortal abrazo de oso. Su olor, su cara colonia cuyo nombre desconocía, me hizo suspirar como una cansada mujer que llega a casa después de un largo día de trabajo. Eché el cuello hacia atrás para deslumbrarme con su sonrisa.

—¿A tu mamá no le molesta quedarse con Madison?

—No. Está en el cielo de las abuelas. —Retiró un mechón de mi mejilla para tomarlo entre sus dedos. Él amaba tocar mi cabello. No me molestaba que lo hiciera—. Ambas estaban extasiadas la una con la otra cuando vine. Gateaban por toda la casa.

Deseos encontrados © (DESEOS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora