Capítulo 8

1.7K 91 19
                                    

El cielo estaba oscuro como una vez fue su corazón. Los truenos besaban las nubes llenándola de pigmentos, un color hermoso y a la vez horrible.

Él se encontraba montado en Vahgar, estaba ahí en un cuerpo que no era suyo. Era él pero a la vez no. Veía todo, sentía todo, mas sus acciones no las controlabas. No podía controlar nada. Solo era un observador.

Vaghar atraviesa una nube tratando de capturar a su víctima y cuando se da cuenta quien es casi se le paraliza el corazón. Lucerys está huyendo a duras penas con Arrax. Ellos tratan de ponerse a salvo, de llegar a casa junto a su madre. Sin embargo en su miedo Arrax ataca haciendo enojar a la vieja dragona, y esta empieza la verdadera persecución.

Pierde de vista a su sobrino. El Aemond de su sueño trata de controlar a su dragona pero está lo ignoraba, olfatea al pequeño dragón y al hallarlo sale disparada hacia arriba, atravesando las nubes de manera veloz. El peliplateado siente su corazón retumbar en su pecho. Algo no está bien, todo su cuerpo tiembla sin embargo no puede gritar. Es entonces, cuando Vaghar abre sus fausas y devora al pequeño dragón junto a su jinete. Es muy tarde cuando su gritó sale de sus labios, es muy tarde cuando ve ropa y alas rasgadas volando en el cielo. Es muy tarde y su sobrino esta muerto y él no pudo evitarlo. Es mas era un deseo ocultó que tenía pero ese deseo no le pertenecía a él. Si no a alguien más que se parecía a él. Llenó su mano de la sangre de su sobrino y entonces toda la realidad lo golpea cuando observa el cuerpo mutilado de Arrax.

—¡Lucerys!—despertó gritando desesperadamente con la mano levantada como si pudiera agarrar al Lucerys de su sueño.

Parpadeó para aclarar su visión, mirando a su alrededor empapado de su sudor, fue apenas consciente de que estaba en su habitación.

Se sentó en la cama, agarrando su ojo. El que cambio en su niñez, el que tanto mal le hizo a su sobrino. El temblor aún acompañaba sus movimientos. ¿Qué eran esos sueño? No era la primera vez, su pesadillas comenzaron el día en que su ojo cambió. Esa noche fue la primera vez que soñó, fue un sueño calmado y suave a contraste con lo que soñó después de que su sobrino partiera para cumplir sus deberes en Marcaderiva. Necesitaba verlo. Ya no aguantaba esa agonía. Esa separación.

No había tenido tiempo de ir a visitarlo, porque estaba peleando en los Peldaños de Piedras. Se entrenó el triple desde que se declaró a Lucerys y como muestra de que estaba capacitado Daemon le sugirió participar en el campo de guerra para combatir a la Triarquía para demostrar su destrezar y calificar si es digno de ser guardián de su sobrino. Este accedió y ganaron, era la segunda noche que pasaba en Desembarco del Rey desde que volvió, todo lo sentía tan frío. No era su hogar.

Porque su hogar se fue hace ochos años y aun él se encontraba esperándolo.

Su puerta fue golpeada y una docenlla entró.

—Buenos días, príncipe. Su madre me mandó a comunicarle que se lo requiere vestido para la llegada de la princesa Rhaenrya.

Aemond se sorprendió. Su hermana hace tiempo que no visitaba la Fortaleza Roja. Especialmente desde que se volvió a embarazar, dijo que el ambiente de Rocadragón le gustaba más que la ajetreada ciudada de Desembarco del Rey. Así que alistó a sus hijos y se fue con su hermano Aegon, nadie pensó que su hermano se ofrecería a hacerle compañía. La realidad era que, Aegon no quería dejar sola a su hermana en cinta, aparte de que se había encariñado tanto con Nyra no estaba dispuesto a dejarla ir y mucho menos sola. De esta manera decidió irse con Rhaena y sus hijos.

—¿Sabes por qué motivo?—preguntó con esperanza.

—Se rumorea que el derecho de trono de sus hijos a sido cuestionando.—eso lo decepcionó.

Renace El Dragón: Evitando La Danza De Dragones Where stories live. Discover now