Capítulo 29

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El olor del humo estaba adentrándose en su interior, casi no podía respirar a sus pulmones le costaba toda una vida dar una aspiración. Su cuerpo estaba cansado, mayormente sus brazos , ya que la espada que portaba era muy pesada y llevaba tiempo levantándose para derrotar a sus enemigos, como aquel inútil que se está acercado. Levantó una vez más y le arranco la cabeza de un tiro. Dirigió su mirada al cielo, donde se encontraba la princesa Rhaenys tratando de controlar a su dragón, pero este parecía loco queriendo quemar todo a su alrededor, rápido se metió detrás de una roca cuando las llamas pasaron por su lado.

¿En qué momentos nos vimos envuelto en esta situación? Dirigió su vista a los demás lugares y la pequeña espera que alberga en su corazón se marchito. Había varios de su bando que están más que muerto, los verdes estaban logrando cruzar sus fronteras, la lucha era brutal con los sobrevivientes, nadie quería darse por vencido todos querían demostrar su valentía al rey Lucerys. Y él no sería la excepción.

Salió de su escondite y siguió luchando, hasta que le jugaron sucio. El muy cobarde lo apuñaló por detrás, para su suerte solo fue una parte del brazo que no utilizaba demasiado, aún así dolió como si le estuvieran arrancando la piel. Vino otro y lo hizo caer trató de levantar su espada pero esta voló y las fuerzas ya se estaban drenado de su robusto cuerpo, al ver al hombre delante suyo dándole una sonrisa desquiciada, él se la devolvió.

—¡Por el rey Lucerys!—gritó lanzándose con sus últimas fueras dándole una apuñalada brutal, no obstante no podía cantar victoria esa arma era la única que le quedaba, así que cuando el imbécil se levantó listo para darle muerte algo se iluminó detrás de él y de pronto unas llamas carbonizado al hombre.

El caballero abrió demasiado sus ojos, un poco más y se salían de sus cuencas. Arriba se encontraba el mismísimo rey Lucerys montando en su grandioso dragón Arrax y se encontraban incinerado todo a su pasos.

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La situación está mucho peor de lo que pensaba Luke. Habían varios muertos a su vista, varios de su lado y mucho más del otro, los que quedaban estaban dando todo de sí para acabar con esa masacre. Una fuerte ventisca hizo que Luke casi pierda el equilibrio, se dio la vuelta y se encontró a su abuela que trataba de controlar a su dragona roja, pero esta parecía ignorarla. Lucerys se dio cuenta de dos cosas.

La primera, la dragona de su abuela estaba siendo cegada o controlada por alguien, aunque el dudaba de que alguien pudiera controlara los dragones, sólo su jinete podía hacerlo. La segunda, es que había algo siniestro en el aire. Luke, levantó su rostro y empezó a oler, si, apestaba todo el lugar a magia negra. Eso era muy malo.

Abajo, sus soldados seguían luchando a duras pena, Lucerys no podía dejar pasar aquello. Le dio la orden a Arrax para que lo dejara abajo y este con todo su clamor lo hizo, Arrax no aterrizó, solo se acercó al suelo y de ahí salto Luke apuñalado a unos de los enemigos que estaba tratando de matar a uno de sus caballeros. Cuando vio que este ya no exhalaba ninguna clase de aire, miró hacia arriba y dio una orden.

—Arrax, ve y ayuda a mi abuela con Meleys.—ordenó y su dragón obedeció impulsándose para los cielos en busca de la dragona roja.

Entonces, el rey ajusto su espada y empezó a luchar de verdad. Su espada iba dando entoscadas aquí y allá, los cuerpo era cortados por la mitad o dejado sin cabezas. Los soldados que estaban agitados de tanta lucha, empezaron a recobrar su fuerza y entusiasmo al ver luchas al rey juntos con ellos.

Todos sabias que él rey Lucerys era especialista en el arte de las armas, a parte que era un buen luchados y espadachín, pero todos pensaban que solo eran rumores porque nunca habían visto pelear al rey con tanto fervor como en ese momento. Algunos se detenía para verlo en su gran hazaña, incluso los soldados del bando enemigo también se detuvieron para deleitarse de los movimientos del rey, algunos hasta pensaron en declinar a su batalla con los usurpadores para estar del lado del verdadero rey. Los soldados seguían embelesados de la ligereza al moverse. Parecía como si estuviera danzando con la espada. Todo aquella lucha era un espectáculo para los hombres presentes, y es que los hombres se emocionaban más con ver luchar a hombres que a mujeres.

Renace El Dragón: Evitando La Danza De Dragones Where stories live. Discover now