Capítulo 30

337 24 2
                                    

El palacio era un caos.

Las doncellas corrían para atender a la bebé que no dejaba de llorar a todo pulmón. Su grito eran desgarradores como si fuera un dragón puro, el sonido que salió de sus pequeños labios eran mezclados de un rugido dragón y llanto de bebé. Era un sonido sonido hacía sangrar los oídos de las pobres doncella, con rapidez algunas se colocaron trapos en los oídos para apaciguar el crudo sonido.

Y ellas no eran las únicas alteradas. En la habitación a tres puertas se encontraba el príncipe Daemon reteniendo a su esposa.

—¡¿Dónde esta?!—gritó la princesa tratando de levantarse y callendose en el intento.

—¿Quién?—preguntó asustado Daemon a ver a su mujer caer, él se apresuró para ir a socorrerla.

—¡¿Dónde esta?!—volvió a interrogar mientras se arrastraba por el suelo, sus piernas estaban débiles por los días que estuvo dormida y por el parto que dio vida a Visenya.

Daemon la tomó en brazos deteniendola, bajo la vista encontrándose con sangre que salían de las rodillas de la princesa. Si había una cosa que odiaba Daemon más que nada, era cuando Rhaenrya se hería sea intencional o no. Era capaz de incendiar el mundo si ella tenía una insignificante herida, odiaba ver sangre en su hermosa piel. Pues, en ese momento era inevitable que la sangre tiña sus rodillas.

—¡Tienes que calmarte, Rhaenyra!—gritó impotente, no sabía que hacer para que ella deje de retorcerse como si de un gusano se tratase.

—¡¿Dónde esta?!—repitió ignorandolo—¡¿Dónde esta?! ¡¿Dónde esta?!

—¡¿Quién?!

—¡Mi hijo! ¡¿Dónde esta Lucerys?! ¡Quiero a mi hijo!

—¡Tienes que calmarte, te estás lastimando!

—¡No me importa, solo quiero a mi hijo!—su voz se distorsionada por las lágrimas, ella en un vano intento se agarro de las solapas de la camisa de Daemon sujetándolo con fuerza y sacudiendolo en el proceso—¡¿Es que no lo entiendes?! ¡Algo le ocurrió a Lucerys! ¡No lo siento! ¡No siento su calor!

—¡¿De qué hablas?!—preguntó asustado, ¿cómo era posible que ella supiera que Luke no estaba si nadie le había dicho nada ya que ella estaba inconsciente, él negó ante la ridícula idea que alumbró su cerebro—¡Tan solo fue una pesadilla!—tenía que serlo. Él rogó para que así fuera.

—¡No! ¡No lo fue! ¡Es real, es real! ¡No siento a mi hijo, Daemon! ¡No siento su calor, su latir! ¡No siento su fuego!

El príncipe se sentía inútil porque no sabía que hacer ni que decir para que Rhaenyra se calmara, ella estaba frenética por saber de su hijo, pero no podía decirle que su hijo se fue a la guerra y que no habían tenido noticias de él, todavía. No sabía cómo actuar, ni que hacer para parar la locura de su mujer, ella estaba segura de que algo le había pasado a su dulce niño.

Por otro lado, la reina se encontraba impidiendo que su hijo salga por las enormes puertas del comedor. Algo iba mal desde que el caballero entró con esas fachaz, peor aún cuando vio el aspecto que adquirió su hijo, hasta incluso no podía respirar, pero lo que más la calo fue el grito que este lanzó llamado a Lucerys.

La noticia trajo consigo reacciones de miedo, dolor, y traición. La reina Alicente jadeo al recibir la noticia nada grata para nadie de ellos, los ojos de Aegon se cristalizaron cuando mencionaron al pequeño Luke y Baela al igual que Aemond endureció todo su cuerpo en furia. Ya se sabía quién era el más sensible de ellos, y es que, Aegon no podía concebir que su pequeño sobrino. Si, pequeño porque para él Luke siempre va ser su pequeño sobrino, hubiera desaparecido. Su mente se nubló y no pudo escuchar más.

Renace El Dragón: Evitando La Danza De Dragones Where stories live. Discover now