CAPITULO 18

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CATERINA

Benjamín y Caterina caminaban tomados de la mano. Francesca se detuvo en frente de un teatro donde anunciaban la obra de William Shakespeare, Hamlet que estaba por empezar. Amaba los escritos de Shakespeare, tenía una pequeña biblioteca con todos ellos. Los llamó y entraron a ver el espectáculo.

El teatro rebosaba de gente, cuando la función terminó empezaron a salir con el resto de las personas. Caterina iba al lado de Benjamín pero entre la multitud agolpándose los separaron. Se preocupo al notar a Francesca intranquila.

-¿Qué sucede? ¿Es Caterina?

-Algo le ha ocurrido lo sé, por un momento sentí su temor.

-Crees que Damien tenga que ver.

-No lo sé, pero no está aquí, no puedo sentirla. Regresemos al barco, temo lo peor.

En el barco todos estaban reunidos junto a la mesa. Aristo lucía sombrío, por un momento un inmenso silencio abarcó el lugar.

-Es mi culpa, no debí descuidarla.

-No Ben, es la mía no debimos venir, si te hubiera escuchado.

Francesca agrega: -No debí traerla, si existe una responsable soy yo, mi pobre niña, no me perdonaré si la lastima.

-No es culpa de nadie. -Responde Aristo. -La necesita, tenemos al menos eso a nuestro favor.

-El hecho que la necesite no va a impedir que le haga daño, lo conozco, disfruta torturando a sus víctimas. - Comenta Benjamin, recibiendo de Arden una mirada de desaprobación; él comprende que debe guardar silencio y no empeorar la intranquilidad de los D' Luca.

¿Y no haremos nada para encontrarla? - Pregunta Francesca desconsolada.

-Esperaremos. - Recomienda el capitán. -Hemos contactado a ciertas entidades que se relacionan con vampiros, tomará tiempo pero sé que por una buena cantidad de dinero nos venderían su alma si la tuvieran.

-No podemos esperar tanto Aristo, es de nuestra hija de quién hablamos.

-¿Y crees que no estoy perturbado? Pero si me desespero, si actuamos a ciegas seremos un blanco fácil. Tom tiene razón esperaremos.

Eleonor sale y se acerca a la proa, llovía y la neblina era espesa cubriéndolo todo. Cerró los ojos y trató de contactar a Damien pero su concentración fue interrumpida por Arden.

-¿Qué haces?

-¿Por qué siempre estás alrededor mío? Eres como mi sombra, no puedo tener privacidad. - Señala con enfado.

-No cuando sé lo que intentas hacer.

-Benjamín me lo advirtió, me rogó que no viniéramos, su presentimiento se hizo realidad. Si algo le sucede a Caterina yo...

-No adelantes hechos, aún no sabemos nada.

-Eso es precisamente Arden lo que me preocupa, cada minuto que perdemos es valioso. Me quiere a mí, si yo me....

Arden no la deja terminar: -¿De verdad crees que sacrificándote él nos dejará ilesos? No se detendrá hasta que todos seamos eliminados.

-No estoy tan segura de tus palabras.

-Por favor Eleonor, es un oscuro nada lo detendrá.

-Arden tiene razón. -Una voz se escuchó de fondo, era Benjamín. - También me preocupa Caterina, nadie nos obligó a venir, todos conocíamos el peligro, incluso yo.

-La encontraremos, te lo prometo.

Eleonor abraza a su hermano y Arden se siente impotente. El cuadro que se presentaba era gris y desconsolador. Damien se convirtió en una pesadilla, ¿Sería que nunca se librarían de él?

El vigía gritó que alguien se acercaba. Arden y Benjamín esperaron junto a la entrada del barco. Era Tobías uno de la tripulación acompañado de otra persona.

-¿Quién viene contigo? -Preguntó Arden.

- Su nombre es Arthur Collingwood, él sabe como ubicar a Damien.

Los tres hombres y Eleonor ingresan a la cabina.

-Primero quiero ver la recompensa. - Dice el hombre de largos y escasos cabellos, sus dientes o los pocos que le quedaban estaban podridos, sus pupilas amarillas y dilatadas y su ropa mal trecha por el uso. Su cuerpo expedía un olor entre tabaco y licor, era humano.

Aristo tira sobre la mesa la bolsa con varias monedas de oro. El hombre observa a los vampiros, sus blancos y pálidos rostros, sus miradas frías, su belleza sobrenatural. Su espectral presencia lo atemorizaban, tomó las monedas y añadió: -No trataré con ellos, que salgan, hablaré con los de mi clase.

Arden estaba a punto de discutir cuando Aristo levantó la mano y luego señaló la puerta, únicamente quedaron el capitán y algunos marineros.

-Insolente. - Espeta Arden molesto. - Le pagamos por sus servicios y nos hecha, no sabe que puedo apagar su miserable existir en un segundo.

-No vale la pena Arden.  -Aconseja Aristo con serenidad. -Si él verdaderamente conoce el paradero de Damien pronto lo sabremos.

Pasaron unos minutos, la lluvia había cesado y en su lugar caía una leve llovizna. El hombre salió acompañado del capitán.

-Se niega a decirnos donde se esconde esa sabandija. -Comenta el capitán Tom Aldrich. -EL señor Collingwood se ha ofrecido a acompañarnos con una condición.

-Y ahora pone condiciones. -Arden estaba realmente enfadado.

El hombre emite un gruñido y luego agrega: -Prometo llevarlos pero cuando lo decapiten seré yo quién queme sus restos, ese placer debe ser mío.

-¿Y por qué considera usted tener ese derecho? - Pregunta Arden altanero.

Arthur se dirige a Aldrich y responde: -Él mató a mi esposa la cual estaba embarazada y a mi pequeña hija ya hace 14 años, yo traté de defenderlas pero no pude hacer nada, me dejó vivir con el propósito de que recordara que vi morir a mi familia sin poder protegerla. Me dediqué a buscarlo y al hacerlo gasté todo lo que poseía y cuando al fin lo encontré me acorbadé, qué podía hacer yo un simple mortal contra un demonio. Desistí, solo y en la ruina, me deje consumir por el alcohol y he vivido en las calles desde entonces. Yo los aborrezco, a cada uno de su especie, todos son iguales.

- No todos.  -Aclara Eleonor. - Damien mató a mi familia también, y a mí y a mi hermano Benjamín nos transformó. No pedimos ser lo que somos, no puede odiar a todos los vampiros por lo que uno le hizo. No somos como él, habemos una minoría que vive pacíficamente con los humanos.

Arthur Collingwood baja la cabeza y por primera vez dirige su mirada a Eleonor.

-Lamento su pérdida, pero no confío en los tuyos y eso te incluye, comprendo su dolor pero eres un vampiro y nada hará que piense diferente.

Eleonor supo que el hombre jamás los perdonaría, Damien había arruinado su vida y existía mucho dolor en su corazón. Sintió pena por él, no lo juzgó, le sonrió con resignación y luego agregó: -Buenas noches señor Collingwood nos veremos mañana y entró al barco seguida por Arden y los demás.

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