Introducción.

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Años atrás.


Diciembre, 7.

Caminando por las heladas calles del distrito y a altas horas de la madrugada, se encontraba un joven padre, con su niña en brazos. Su cabello café almendra estaba cubierto por el gorro de la chaqueta, que anteriormente había robado para evitar pasar frío, y sus ojos mieles que miraban cada cierto tiempo al bebé en brazos, para asegurarse de que estuviera bien. La abrazaba con su vida.
En la huida no tuvo tiempo de tomar sus lentes, y eso le causaba problemas al momento de observar el camino por el que iba.

La criatura en sus brazos no tenía más de tres días de haber nacido.
El joven padre estaba desesperado, tenía frío, apenas podía ver y oraba internamente por el bien de su pequeña. Se había desatado una helada tormenta trayendo consigo nieve, fuertes ráfagas de viento, llovizna que helaba hasta los huesos, el simple nacimiento de esa niña había alterado el clima haciendo que el invierno se adelantara mucho antes de lo que debería.

Tropieza y cae de rodillas, su piel se hunde en la nieve y tan pronto la toca, se derrite y humedece su pantalón. Eso sólo le causará más frío.

Él llevaba prisa y no podía detenerse, al menos no ahora que logró hacer tiempo suficiente. Sabía que ella estaría buscándolo hasta por debajo de las piedras. Temía que lo encontrara, ella y sus hombres del laboratorio.

Bueno fuera que lo buscaran a él, a su persona, pero no era así. Angelina quería a su pequeña, ya que la niña, gracias a su madre, desarrolló la habilidad que necesitaban.

Una habilidad que, si bien significaría algo bueno para sus semejantes, para la directora del laboratorio era mucho más. Ella lo tomaría como una oportunidad que no podía desperdiciar para comenzar con investigaciones que dejaron inconclusas anteriores científicos, además de satisfacer sus propios intereses, tal cual persona egoísta. Y el tan sólo pensar en el terror que le traería a su niña, no quería ni imaginar la desdichada vida que podría tener.

Por eso huye, por eso atraviesa la tormenta, sabiendo que, si bien es probable que su hija no sufra las consecuencias, él sí. Arriesga su vida con tal de salvar a la bebé, como cualquier padre haría. Porque quiere que ella tenga una vida alejada del laboratorio, de Angelina y sus experimentos poco éticos.

—Vamos ya falta poco. —se animó a sí mismo, pero apenas salen las palabras, los dientes le castañean y no sintió sus labios moverse. Se pone de pie nuevamente, sin soltar a su pequeña, que se mantenía a salvo del frío dentro de su chaqueta entre bufandas y camisas.

La ve. Ve sus ojos cerrados y como aprieta los puños cerca de su suave rostro y recuerda a su esposa, Siena, quién tuvo problemas en el parto y por eso, la otra bebé murió. “Ella no sobrevivió”, tres simples palabras que le rompieron el corazón en pedazos, que le hicieron sentir una culpa inmensa por haber obedecido a la directora.

Si tan sólo…

No tiene tiempo de lamentarse, sabe que no servirá de nada. Apenas se pone de pie y escucha la voz de uno de los agentes dando órdenes.

—¡Alcáncenlos! ¡No deben estar lejos!

Edric cambia sus planes. Si ellos están cerca, lo van a buscar en los alrededores, debe repetirse que la bebé es prioridad para mantenerla a salvo. Mira atrás y observa que sus huellas no se notan demasiado, eso le dará más tiempo de escapar, de esconderse. Se había atado una rama a la cintura, además de que llevaba una chamarra arrastrando para poder borrar, si podía, un poco sus huellas sobre la nieve.

La Chica de los Cuatro Elementos Pt.1Where stories live. Discover now