Capítulo 12.

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Monserrat estaba parada en el pasillo, mirándola asustada.

—Y-yo me equivoqué —se excusó.

Miró de nuevo hacia el cuarto, no lo podía creer. Estaba hecho un hielo, literalmente. Las orillas de la colcha de la cama estaban cubiertas de escarcha, en las esquinas del cuarto habían pinchos que sobresalían, el piso congelado de un color azul celeste transparente.

Monserrat la miraba con el ceño fruncido y una expresión de confusión, pero duró poco.

—No pudiste haberte equivocado, ¿Porqué estas aquí?

—Me he de haber desviado en el camino, no sabía que venía hacia aquí —se volteó de nuevo a verla.

—Vete, no debiste ver esto, vete —se acercó a ella e intento sacarla de la habitación.

Era por eso que no quería que entremos.

—¡Sólo vete ya! —exclamó molesta y frustrada —Espera no, de ser así, tendré que ser yo la que se vaya —concluyó —¡Ah, mierda, tenías que llegar aquí!

—Espera, espera, no tienes que irte —le dijo Daphne.

¿Se lo digo? ¿Podré confiar en ella? ¿No se lo dirá a alguien?

—N-no eres la única —dijo antes de que Monserrat le cerrara la puerta en la cara. Ella se detuvo.

—¿Que quieres decir? —respondió con media cara asomándose por la puerta.

—Si esperas aquí un momento, verás de que te hablo —antes de retirarse por un momento, se volteó para decirle —No te vayas o cierres la puerta.

Daphne fue hacia el baño, abrió el grifo y del agua tomó una gran gota, temiendo que se reventara, lo cual no pasaría nunca, se fue hacia ella y le mostró lo que llevaba en su mano.

—Yo... —tragó saliva —También soy una Alterada.

—¿Tú? Vaya... Yo... no pensé que tú pudieses hacer eso.

—Ni yo, acabo de descubrirlo, en realidad.

—... ¿Tus padres lo saben? ¿Se lo has dicho? —preguntó con cautela.

—No —negó con la cabeza —No se los he dicho, no quiero hacerlo.

—Entonces tú... ¿Le dirás a tus padres... Que soy una Alterada? —ella jugaba con sus manos de manera nerviosa.

—¿Qué gano con decírselo​s? Además, me caes bien, y a mi hermano también, así que, puedes quedarte tranquila.

La muchacha le sonrió agradecida.

—Gracias Daphne. ¡Ah, si! Y si yo fuera tú, prepararía una respuesta creíble para tu ausencia de estos días. No estuviste vagueando por ahí... ¿O si? —preguntó con curiosidad —¿No me digas que estabas con un chico? —la miró de manera pícara —Te fuiste de casa por un par de días y ¿En dónde estabas todo este tiempo?

—¡C-claro que no! Yo... —pero dejó la frase inconclusa ya que no quería que Monserrat se enterara que pasó los últimos días, efectivamente, en la casa de un chico ¡Que pensaría ella! Sus mejillas enrojecieron —N-no importa, lo que si, es que estoy bien.

—¡Oh, espera! —la niñera salió un poco de su habitación y tomó una rosa, la pura flor, de las que estaban en un jarrón en el pasillo sobre le tocador —Yo... Te daré un pequeño obsequio, como agrademiento por guardar mi secreto.

Introdujo la rosa en la esfera de agua que llevaba Daphne. La flor se quedó suspendida, sin hundirse ni flotar, luego la tocó con el dedo índice y ésta al instante se congeló.

La Chica de los Cuatro Elementos Pt.1Where stories live. Discover now