Capítulo 5.

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—¡Michael!— le dijo Daphne emocionada, olvidando que no debía llamar la atención del profesor.

El muchacho se volteó apenas había escuchado su nombre y se mostró sorprendido al ver a Daphne. Por un segundo su cerebro no reconoció quién era la joven castaña frente a él, pero al ver sus ojos esmeraldas, lo supo de inmediato. Abrió su boca por la sorpresa y la emoción, sin lograr formular palabra alguna. El chico se levantó del asiento y de inmediato abrazó a Daphne. La joven, aunque estaba sorprendida por el acto, le devolvió el abrazo con gusto.

—Oh, Daphne… eres tú —se separó de ella para tomar sus rostro entre sus manos, admirando con nostalgia a su amiga.

—Yo también me alegro de verte, Mike —le sonrió con felicidad. Sus ojos brillaban y tenía las mejillas sonrosadas.

—Jóvenes, se separan por favor —el hombre se volteó a reprenderlos —Platican en descanso y se abrazan lo que quieran, en mi clase pondrán atención a lo que… ¿Y ahora qué? —había empezado a escribir en el pizarrón cuando volvieron a abrir la puerta del salón, interrumpiendo lo que estaba diciendo.

Abrió la puerta y se topó con otro alumno, después de preguntarle que se le ofrecía, el joven dijo que se le había asignado ese salón como alumno de nuevo ingreso. El profesor, sin más, le dejó pasar. 

Ella sólo pudo ver su oscuro cabello, pues él llevaba la mirada hacia abajo en unos libros que el profesor le dio y se sentó dos mesas enfrente de Daphne. Dejó de mirar al chico y se volteo hacia el rubio.

—Eres tú —le dijo por fin, mientras miraba fijamente sus ojos azules brillantes.

—En carne y hueso.

Parecía que los años que pasaron se habían desvanecido al instante. Mike había cambiado, sólo un poco, las pecas que rodeaban sus mejillas se veían más, sus ojos azules intensos brillaban más, su cabello rubio ahora lucía alborotado, ella volvía a ver todo lo que había extrañado esos años. 

Al terminar las clases, ambos quedaron de verse esa misma tarde.

Llegando a su casa, Daphne se desilusionó al no ver a sus padres, sólo estaban su hermano y Monserrat la niñera, quién también le ayudaba a preparar las comidas. 

A Daphne le caía bien la niñera, era respetuosa y siempre sabía como iniciar una conversación. A veces, cuando ella llegaba tener un mal día, Monserrat la escuchaba algunas veces sin decir nada o otras le daba consejos. Para Daphne, Monserrat era la representación misma de la belleza, pues su cabello era de un rubio llegando al blanco hasta los hombros y ondulado. Tenía unos ojos peculiares, uno de ellos era azul y el otro color café, la joven respondió a ello, como un defecto genético llamado Heterocromía.

—Los señores Brown salieron —avisó Monserrat al verla llegar—Avisaron que llegarían tarde.

—Con que por eso me dieron dinero de más en la mañana—dijo en voz baja—Está bien, iré arriba y enseguida regreso.

—Claro yo... calentaré la comida.

A pesar de que a Daphne le caía bien la niñera y mantenía cierta amistad con ella, pensaba que Monserrat les ocultaba algo ya que la habitación que le dieron siempre la mantenía cerrada con llave. Lo cual le resultaba un tanto extraño, pero no le preguntaba nada, por no tocar temas que podrían ser incómodos para ella. Y prefería mantener así su relación.

La Chica de los Cuatro Elementos Pt.1Where stories live. Discover now