Capítulo 19.

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La directora le tendió la carpeta beige.

Claro esa era sólo una copia, el original se encontraba en un archivo guardado en alguna memoria portátil.

-Sólo tienes que firmar -fue lo que dijo.

-De acuerdo, lo leeré, pero me tomará tiempo.

La directora le dijo a la joven castaña que se volverían a ver dentro de tres días. Sara se pasó todo su tiempo leyendo hasta el más minúsculo detalle, verificando que no hubiera letras en pequeño para engañarla. En un día lo había terminado de leer, pero por si las dudas, lo hizo una vez más.

🔥💧🌪️🌱

A primera hora del tercer día, Alejandro estaba de nuevo fuera de la celda, esperando a que saliera.

Para acceder a su celda, debían de abrir la primera puerta, luego caminar hasta el centro del cuarto para golpear los barrotes y despertarla. Por lo que ella podía ver quién entraba y abrir los ojos antes de que otros la molestaran con el ruido.

El hombre le colocó esposas y la llevó hasta un elevador.

El ascensor continúo subiendo hasta llegar al primer piso, dónde se abrieron las puertas y dejaron ver una oficina.

Tenía una pared de vidrio lo que daba una gran vista de todo el terreno del oaboratorio, sus pistas de aterrizaje para los helicópteros y aeronaves que casi siempre, estaban cargadas con material para los científicos.

Más allá del espacio que abarcaba el edificio, se veía la ciudad. Para llegar a ella tenías que cruzar un río.

Estaba amaneciendo, la gente aún dormía, las luces de las casas, de los locales abriendo sus puertas y también los supermercados activos las veinticuatro horas, brillaban a lo largo del paisaje y al fondo de esa imagen, relucían los primeros rayos del sol, haciendo ver los colores en tonos anaranjados, amarillos, violetas. Una vista que pocos tenían la suerte de ver.

-Pues bien, entra y toma asiento -le dijo Angelina, sacándola de sus pensamientos.

Junto a ella estaba su socio, de nombre Derek. El hombre se mantenía callado, revisando algunos datos en una de las pantallas.

Sara pasó y se sentó frente al escritorio, incómoda.

¿En verdad quería hacer esto? No estaba segura si era la mejor idea. ¿Qué pasaría si ella aceptaba? ¿Habría más muertes? ¿O se detendrían? ¿Seguirían secuestrando a más inocentes? Porque eso era, secuestro. Los privaban de la libertad que ellos se merecían, el hecho de que tengan esa habilidad no significa que deban tratarlos como fenómenos, encerrándolos en celdas. Son cómo todas las demás personas, normales. Solo que tenían un don, algo especial que nadie más poseía.

La directora tomó el teléfono que ahí se encontraba.

-Que entre Renata, por favor -dijo, se escuchó un "Si, señora" del otro lado de la línea.

-¿Por qué tiene ella qué estar aquí? -preguntó Sara, con mucha curiosidad, pero intentó disimularla.

-Un testigo, necesitamos alguien que se entere del trato que harás conmigo.

Minutos después, la científica llegó y tomó asiento junto a Sara.

-Bien, ahora -de un cajón sacó una carpeta color beige -Aquí está el trato, sólo tienes que firmarlo.

-Am, señora -habló Renata, entrando a la oficina -¿Puedo hablar con ella un momento? -preguntó señalando con una mano a Sara.

-Por supuesto, pero ella ya sabe su respuesta.

La Chica de los Cuatro Elementos Pt.1Where stories live. Discover now