Capítulo 13.

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El sonido de las camionetas del G. L resonaba a sus espaldas.

Habían llegado muy pronto.

Le sorprendió la velocidad a la que había comenzado a correr. No es que fuera a 60 kilómetros por hora, pero sí más rápido que una persona promedio.

Las palabras "Monstruo", "Alterada" e incluso "Bruja" sonaban en su mente, repitiéndose, como un eco de voces, pero la que más sonaba era la de Mike, diciendo que ya no la conocía ¿Por qué tenía que tratarla así? Ella había confiado en él, es decir ¡Eran amigos de la infancia!

Con cada paso que ella daba se decidía más a alejarse de aquel lugar, el que había sido hasta ese día su hogar, pues no pensaba volver. Sin importar si sus padres la buscaban, prefería mantenerlos alejados de ella antes de saber que pensarían si supieran en lo que se había convertido.

-¡Deténgase! -escuchó que gritaba un hombre por un megáfono.

Pero ella lo ignoró, su intención no era obedecer sus órdenes, pero tuve que detenerse unos segundos para ver la espesura del bosque y encontrar una salida, su vista de se fijó en un punto más adelante, donde no había árboles o arbustos cerca.

Por ahí, pensó con rapidez y corrió de nuevo.

Tengo que perderlos de vista.

Los agentes parecían no estar dispuestos a dejarla en paz, bajaron de la camioneta tres de ellos con sus armas a la mano. Vestían trajes con chalecos antibalas color gris.

Esas armas las había viso ella antes, en aquella especie de recuerdo, podían dañarla, incluso matarla. Tuvo pánico de morir ahí.

Entonces empezaron a disparar.

Ella, ágil y velozmente supo cómo esquivar cada una de las balas y dardos, aunque no pudiera verlos, podía sentirlos.

Para ella fue una sensación extraña, ya que cada bala que se le acercaba podía sentir su velocidad y el aire que rompía conforme avanzaba, entonces la esquivaba con facilidad.

Excepto una, que rozó su oreja y le hizo un corte.

Tenía el corazón acelerado por la adrenalina y el miedo de que la atraparan, sus piernas se volvieron temblorosas y por consecuencia comenzó a disminuir su velocidad.

Zigzagueó entre los árboles, los agentes seguían su paso. Ella sentía las ramas bajas lastimar su rostro, ya que cada que las tocaba les salían espinas.

-¡Deténgase, es una orden! -le amenazó uno de ellos.

El hombre sin dudar disparó un dardo a su pierna. Daphne cayó al instante al suelo al sentir el piquete, pero se levantó tan rápido como pudo, sólo que ya no tenía oportunidad de correr. Sólo retiró el dardo de su pierna y esperó a que pasara el efecto.

Unas gotas de sangre salían de su oreja, el tibio líquido se deslizaba por su mejilla, tocó la herida, maldiciendo al ver la sangre.

-¡Ahora, dese la vuelta y suba las manos!

Pero Daphne no lo hizo.

Tendrás que dañarlos, sólo así te los quitarás de encima, frunció los labios al darse cuenta de eso. No le gustaba la violencia.

Pero ella no quería hacerlo. ¿Que les haría? ¿Lanzarles fuego? No, no quería matarlos. ¿Agua? ¿De que le serviría el agua? Miró a su alrededor, y lo único que vio fue Tierra. Ella jamás había intentado controlarla, al parecer este era el momento de hacerlo.

Se puso de pie, aún con su pierna adolorida.

-¡Dé la vuelta!

Lentamente lo hizo, llevó las manos hacia enfrente y de inmediato salieron ramas del suelo, entre ellas raíces, tensó los dedos. Ella pensó que quería que la tierra hiciera. Algo que los detuviera, pero que no los lastimara o matara.

La Chica de los Cuatro Elementos Pt.1Where stories live. Discover now