Capítulo 20 | Mil motivos y un millón de razones...

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Caius

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Caius

«Las mentiras adornan al mundo volviéndolo hermoso, pero quiénes vivimos en la penumbra de la ignorancia no acecha el dolor, la traición y la ira de una incógnita punzante.»

Me engenté. Genuinamente siento que tantas personas me asfixia, ver tantos cuerpos moviéndose y el escuchar tanta barrabasada de pláticas con el único fin de elevar sus estatus y así lograr quedar bien o encajar, que puta vergüenza.

Tantita dignidad por favor.

Hace ya un buen rato que mi madre había solicitado una audiencia con la princesita mayor, semejante pendejez.

¿Qué tiene que decirle que yo no pueda escuchar? Pero es mi madre, sé cómo es por ello es mejor no desafiarla, ella es peor que cualquiera, pero si de competencia hablamos sin duda el premio de crueldad se lo lleva Kane.

Las mujeres son muy rencorosas y calculadoras.

Se alejaron de mi vista desapareciendo entre la multitud de personas, estaba comenzando a inquietarme cuando las vi entrar entre risas sujetando el brazo de la otra, los invitados no podían evitar obviar las miradas sobre las bellas mujeres, mi madre y la Diosa.

Son un maldito rayo de luz en medio de penumbras, ambas eran foco de atención y no sabía si me gustaba o en caso contrario me molestaba que las mirasen tanto en especial los Casteller, me purgaba que vieran a mis chicas.

«Mis chicas» aquello no sonaba tan mal.

—Es deslumbrante ¿no crees? —preguntaron a mi espalda y pude ver de quién se trataba, el bastardo mayor Maxwell Casteller.

No lo miré, me abstuve de hacerlo o de lo contrario no vacilaría en golpearlo por imbécil y más que nada por la sangre de mierda que le recorre las venas.

—No lo creo, lo es.

—También es mía —canturreó a mi costado, quiere hacerme perder la razón y no voy a ceder—, no te equivoques Zorova, ella fue mía antes que tuya y a pesar de que la marques de mil formas, ella jamás dejará de ser mía.

No cederé.

Respira Caius es sólo un imbécil más con una bonita lápida marcada.

Giré el rostro a modo tal que apenas percibiera mi mirada y lo enfrenté, mi sangre bullía como lava ardiente siendo un torrente de furia. —Deja que ella lo decida porque hasta donde yo lo veo, ella no te tiene en contemplación, al menos, no para ser tu compañera, pero sí para ser tu ejecutora. —hablé lo más arrogante que mi control me permitió y sonreí triunfal notando lo rígido que se había puesto después de mis palabras.

Lo dejé atrás para dirigirme con mi madre y Nix, la primera había desaparecido dejando a un muy tambaleante Nix a merced de los tacos altos que no le permitían moverse con facilidad, al igual que cierta consecuencia de lo acontecido hace unas horas.

Resiliencia [+18] ©Where stories live. Discover now