12 | Respira

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Olivia

La primera cosa que siempre me pega es el olor. Los asilos tienen un olor distinto, mucho como los hospitales. Pero este es diferente. Es finito, terminal. Por lo menos en hospitales, la gente puede recuperarse y mejorarse. Pero en los asilos, la gente sólo empeora. Es su última parada antes de que nos dejen. Si la enfermedad y la muerte tuvieran un olor, sería esto.

"Tuvo un ataque al corazón."

Las palabras de Andrés siguen repitiéndose en mi cabeza mientras caminamos hacia el cuarto de mi papá. No es la primera vez que ha tenido uno. Ha pasado antes. Recuerdo cuando le pusieron su primer stent. Pensé que eso sería todo. Pensé que el corazón sólo podía manejar uno. Ahora tiene tres.

Aunque ya sé qué esperar, mis piernas tiemblan cuando lo veo durmiendo en la cama. He estado aquí antes, lo he visto conectado a las máquinas más veces de lo que quisiera recordar. Debería estar acostumbrada. Pero no lo estoy.

Mi mamá se levanta para abrazarnos. Se ve tan exhausta. No puedo imaginar lo cansada que debe sentirse después de estar de guardia en el hospital y ahora lidiando con esto.

Siento una ola de emociones surgir dentro de mí, pero lo paro antes de que se quiebre. Lo sé controlar ahora. Piensen positivo, mi mamá nos solía decir. Mis pensamientos positivos siempre involucraban tiempos antes de que mi papá se enfermara y en cambio me hacían sentirme triste, así que dejé de pensar en ellos. Ahora sólo pienso en cómo debo de mantenerme fuerte para mi mamá. No lo quiero hacer peor para ella al llorar. Es más fácil quedarse entumecida. Una vez que empiezas a sentir, una vez que cruzas esa línea, es imposible apagar, y simplemente no hay regreso.

Jalamos unas sillas para sentarnos con mi papá. Lo agarro de la mano. Se siente fría, como normalmente se siente. Algunas veces es difícil todavía imaginarlo como mi padre. Como solía ser. Sentándome sobre sus hombros de niña, mirándolo construir el porche de nuestra casa vieja, pescando por horas hasta que no quedaba nadie más que nosotros. El hombre que veo ahora no es el mismo. Es casi como si fuera una persona diferente. Y lo sería si no fuera por las memorias. Es fácil perder la vista de ellas cuando todo lo que me queda por pensar es esto.

El tiempo también se siente diferente en los asilos. Esperas y esperas y esperas, pero nada nunca parece pasar. La gente susurra por los pasillos, una enfermera pasa de vez en cuando, y un programa de juegos está en el televisor. Repite hasta la infinidad.

"Te ves diferente," mi mamá me dice después de un tiempo.

La miro perpleja, preguntándome a qué se refiere. No me veo o siento diferente que normalmente. "¿Cómo?"

"No sé, más ligera," ella responde.

"¿En verdad?" me encojo de hombros. Si sólo supiera de las cosas que había estado pensando.

"Es un chico, ¿o no?" pregunta, sorprendiéndome por completo.

¿Cómo diablos...

Inmediatamente volteo hacia Andrés, pero está ocupado con su teléfono. Si escuchó a mi mamá ahorita, no lo parece.

Miro de vuelta a mi mamá, y está sonriendo. No lo confirmo en voz alta, pero mi expresión me debe haber delatado.

"Ay, Olivia. Estoy tan contenta por ti," dice con afecto.

Andrés se levanta en ese momento. "Ma, ¿quieres un café?" le pregunta.

"Sí, hijo. Gracias," ella responde.

Él asiente con la cabeza y rápidamente se sale del cuarto. Suspiro, agradecida que me dio privacidad para esto.

"Entonces, dime sobre él. ¿Cómo se llama?" pregunta emocionada.

Amando A OliviaWhere stories live. Discover now