VII: Solsticio (Pt. I)

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Estaba segura de que sus ojos se encontraban bien abiertos, pero por más que lo intentaba, todo a su alrededor no era más que oscuridad

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Estaba segura de que sus ojos se encontraban bien abiertos, pero por más que lo intentaba, todo a su alrededor no era más que oscuridad.

Entre sus manos podía sentir una especie de carne muy jugosa, que era lo que estaba comiendo antes de detenerse e intentar ver una vez más.

—Debes seguir comiendo —le ordenó una mujer. Reconoció aquella voz, y quiso gruñir, molesta.

—¡Eres tú! —siseó—. Maldita maraelena muerta de hambre, ¡ramera de Nesserth!

Odyle no pudo evitar reír un poco, cubriendo sus labios con su mano.

—¿Conoces aquel nombre? —preguntó, impasible.

El escalofrío que la recorría, sumado a un instinto en sus adentros, le indicaban que no era buena idea seguir atormentando a aquella chica maraelena de su edificio, así que intentó obedecerla y seguir comiendo, pero algo en el sabor de lo que engullía, y el hecho de que parecía no acabarse, la hicieron detenerse.

—No puedo más... —se quejó, a punto de rendirse, aunque en su interior sentía que era mentira. De hecho, la bestia en la que empezaba a transformarse disfrutaba el sabor, y le reclamaba más carne para poder salir al fin.

—Puedes. Y debes —Odyle insistió.

Lejos del terror que le ocasionaba la joven y toda la situación a su alrededor, la mujer reconocía que su suave voz hacía que la cosa más banal sonase elegante al salir de sus labios.

No tenía idea de qué estaba haciendo ella en su hogar. Los últimos recuerdos que tenía presentes, eran cosas tan triviales como risas de niños, el olor de una deliciosa cena, y el calor de una estufa. Parecían ser recuerdos muy alegres, y sin embargo, ¿por qué se sentía tan aterrada?

Odyle le acarició con suavidad su rostro, pero lejos de consolarla, la acción solo hizo que aumentara su pánico. No sabía absolutamente nada de lo que estaba pasando, y aunque quería aferrarse a su humanidad, el olor de la carne la llamaba. Sentía que con cada pedazo que devoraba, se hacía más fuerte. Ya no sentía el frío de la primera noche de sgrior, y podía escuchar con claridad a la chica de Maraele caminar a su alrededor con parsimonia. Deseó creer que si seguía alimentándose, pronto recuperaría su vista.

Su olfato se había agudizado también. Tanto, que notó que la carne que comía tenía un aroma peculiar.

—¿Mis hijos están bien? —inquirió de repente, con una extraña curiosidad.

Odyle fijó su mirada hacia aquello que la mujer engullía y suspiró.

—Lo estarán si comes. Apresúrate, pronto llegarán los caballeros de Avra.

—¿Caballeros de Avra?

—Sí —afirmó la joven bruja con tranquilidad—. Ellos vendrán, y te atravesarán con sus espadas, sus lanzas y flechas hasta dejarte irreconocible. Obviando claro que la transformación te dejará irreconocible antes...

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now