XXIV: Después de la lluvia

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Eran muchos los recuerdos que Benedikt y Annarieke atesoraban sobre su madre

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Eran muchos los recuerdos que Benedikt y Annarieke atesoraban sobre su madre. Gracias a ella, se habían enamorado perdidamente de las leyendas de su mundo, sin saber que aquel amor definiría sus propios destinos.

Cuando la duquesa Khristin Zavet falleció, lo primero que Benedikt recordó haber hecho fue que negó por completo aquella idea, y se encerró en el único lugar donde todavía la sentía viva, donde aún sentía su compañía a través de las páginas de las historias que ella le había enseñado a amar. Nadie juzgó su manera de lidiar con el dolor de la pérdida, aunque poco a poco se había instalado en su mente la idea de que había sido egoísta.

Le parecía dolorosamente irónico cómo siete años después, había corrido a refugiarse una vez más en el interior de la biblioteca del palacio, porque era el único lugar donde sentía que nadie le buscaría y podía negar la realidad aunque fuera por un poco más. No obstante, aquel lugar no tenía nada que le recordara a Krisel.

Su mirada permanecía pegada en la misma página del libro que sostenía desde hacía ya algunas horas, sin pasar de ella, como si le fuera imposible concentrarse y conseguir la sensación de escape que normalmente los libros le otorgaban. Su propio refugio le hacía sentirse más culpable y egoísta.

De algún modo, recuperó un poco de calma al ver entrar a Mallory, que cabizbaja e inexpresiva, buscó un puesto a su lado.

—Supuse que estarías aquí —murmuró la joven, sin dirigirle aún la mirada, con una taza de café caliente en su mano—. ¿Quieres un poco? —La extendió hacia el chico, y este negó con la cabeza.

La chica aprovechó para dar un sorbo, y dejar que sus manos tomaran la temperatura de la taza.

—¿No crees que tal vez deberías... estar con tu padre, o con Anny? —inquirió la bruja incómoda, removiendo sus pies en el suelo. Sabía que no tenía derecho alguno de indicarle a su amigo cómo debía comportarse ante su pérdida, pero quería explicarle lo mucho que podía necesitarlo su familia.

Como se lo esperaba, lo vio encogerse ligeramente de hombros con un aire de indiferencia, mientras pasaba una página del libro que pretendía estar leyendo.

—No creo que me necesiten ahora, es mejor así —afirmó, con la mirada fija en las letras, mas no prestaba atención a ninguna palabra. Por más que lo intentaba, su concentración se lo impedía.

Mallory apretó los labios, impaciente y con deseos de sacudirlo; pero trataba de entender que no era fácil para él, como tampoco lo era para los que sabían lo que había sucedido en verdad con la pequeña princesa.

—Benedikt, sé que tiendes a poner una barrera frente a ti y pretendes que nadie más se da cuenta de ello, pero no es así —murmuró, dejando la taza sobre la mesa, y apretó sus puños en tanto estiraba sus brazos a la altura de sus rodillas—. No tienes que aislarte del resto y evitar compartir tu dolor. No estás solo, y te necesito. Anny te necesita, probablemente más que nunca...

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora