XVIII: Dulce como canela

780 98 196
                                    

En un silencio en el que solo se escuchaba la incesante lluvia caer, Mallory y Hayden esperaban al pie del andén vacío al ferrocarril que llevaría al brujo de vuelta a Valeres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En un silencio en el que solo se escuchaba la incesante lluvia caer, Mallory y Hayden esperaban al pie del andén vacío al ferrocarril que llevaría al brujo de vuelta a Valeres.

A pesar de estar a su lado, la chica no llevaba su maleta, por lo que el brujo podía intuir que la princesa no había conseguido persuadirla de que volviera a la academia de magia junto a él. Además, aunque sabía que Mallory prefería no dirigirle la palabra a menos que fuera necesario, podía notar que el silencio de la bruja en esta ocasión parecía más acompañado de un sentimiento de tristeza e incomodidad, y tal vez, arrepentimiento.

—Es claro que no estás así porque me voy. La princesa te ha rechazado, ¿no es así? —inquirió Hayden en un tono burlón.

—Adiós, Hayden. Espero no volver a verte al menos, hasta que acabe el ciclo —suspiró la bruja, tratando de ignorarlo.

—Ah, pero si no falta mucho...

El chico tenía razón: faltaba apenas una semana para acabar aquel año. De todas formas, Mallory lo ignoró, y esperó el momento en que llegara el ferrocarril hacia Valeres para poder regresar a la academia de Avra.

—Si necesitas consuelo o solo llorar un poco...

—Preferiría besar una serpiente venenosa, y lo sabes —cortó tajante la chica, y entre el silencio en el que solo se escuchaba la lluvia caer, también oyó al chico reír un poco.

—Como quieras, Amarose. Supongo que debes estar lamentando lo de la espada. No te sirvió de mucho.

La joven soltó una risa ahogada de ironía al escucharlo.

—No debería sorprenderme que creas que intento ayudar a Anny tan solo para que me corresponda.

—¿No es así?

Para suerte de Mallory, el ferrocarril había llegado a su andén, por lo que no mostró reparo en dar la vuelta, sacudiendo apenas su mano en señal de despedida, y sacando su paraguas para salir hacia la lluvia.

Al volver a la academia, tal como le había dicho a Annarieke, sentía la necesidad de ir por un café, por lo que se dirigió a la cocina, encendiendo las luces y acercándose a la estufa a calentar el agua.

En tanto esperaba, fue sorprendida cuando el resto de las luces de la zona del comedor fueron encendidas, dirigiéndose hacia el bar para encontrar a Heinrich.

—Oh, estabas aquí —dijo el chico sin mostrarse tan sorprendido como ella, sentándose en uno de los taburetes—. ¿Haces café?

La bruja asintió, regresando a la cocina al escuchar que el agua estaba lista para apagar la estufa.

—¿Quieres un poco? —preguntó, en tanto llenaba su taza.

—Sí, por favor —respondió su compañero, estirándose un poco sobre su asiento, y agradeciendo en cuanto Mallory dejó su taza en frente suyo.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora