XII: Vacío infernal (Pt. I)

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Heinrich movió muy despacio a Annarieke para que despertara y bajara del caballo, y ella parpadeó un par de veces, y saltó con ayuda de su amigo, pero se había tambaleado y su compañero tuvo que sostenerla para que no se desplomara en el suelo

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Heinrich movió muy despacio a Annarieke para que despertara y bajara del caballo, y ella parpadeó un par de veces, y saltó con ayuda de su amigo, pero se había tambaleado y su compañero tuvo que sostenerla para que no se desplomara en el suelo.

Con preocupación, llevó su mano a la frente de la chica.

—Annarieke, estás ardiendo en fiebre...

—Voy a estar bien —murmuró ella, tratando de recuperar su compostura—. Quiero ver a Blai primero para hablar con el maestre Alves. ¡Mira! Allí está su caballo, ha llegado al fin.

Antes de que Heinrich pudiera detenerla, la chica se había adelantado a la entrada del castillo, y Mallory fue tras ella al escuchar que podía estar enferma.

Al entrar a su habitación, descubrieron con sorpresa que Aester estaba jugando en el suelo con Jan, y que habían por lo menos unos veinte recipientes de postres helados, tanto vacíos como sin abrir, y Blai estaba comiendo uno de estos.

El niño abrió los ojos con sorpresa y tragó lo que masticaba para ir corriendo hacia Annarieke al ver su brazo.

—¡Wow! ¿Eso te hizo la bestia? —La chica asintió con una sonrisa—. ¿Puedo ver detrás de la venda?

—¡No, y no es algo de lo que tú debas estar orgullosa! —discutió Mallory, enojada con ambos.

—Vamos a ir a ver al maestre Alves en este momento. ¿Estás listo para unirte a la orden de Avra, Blai Kasvalt?

El chico asintió con emoción, y dejó su postre en el suelo.

—Ah... dijiste que podía tomar lo que quisiera —explicó.

—No importa —rio la caballera.

—¡Suerte, Blai! —exclamó Aester, mientras recibía lamidas en su rostro por parte de Jan.

Al llegar a la puerta de la oficina, Annarieke se detuvo antes de girar el pomo, como si su instinto le dijera que era mucho mejor no hacerlo. No obstante, con un movimiento de su mano indicó a sus acompañantes que se mantuvieran detrás de ella, y abrió la puerta con lentitud.

De pronto, un llanto se hizo más audible, y la chica encontró que provenía de otra de sus compañeras, que sollozaba sin descanso al lado de todos sus compañeros muertos, incluyendo al maestre Alves.

—Mia... ¿qué... qué sucedió? ¿Estás bien? —Annarieke se acercó a la chica, que parecía no advertir aún en su presencia y seguía llorando—. ¿Qué es todo esto? ¿Mia?

—Lo... lo siento de verdad, tenía que hacerlo... —balbuceó la chica, observando al suelo de forma vacía.

Annarieke miró a su alrededor, sorprendida, y sin entender nada. Lo que sea que hubiera sucedido, esperaba estar a tiempo para salvar a su compañera, pero su mente no dejaba de exigir una explicación.

—¿Qué ha sucedido?

—¡Estamos todos malditos! El maestre me lo dijo —exclamó entre lágrimas, deteniéndose a observar el cuarto, y recordando lo que había sucedido—. Yo... yo tuve que hacerlo...

Annarieke volteó hacia el cuerpo del maestre Alves, que estaba un poco más alejado de Mia.

Su cuerpo lucía calcinado. Si no fuera apenas por su uniforme y las medallas que le distinguían, no le habría reconocido.

También, notó que las heridas provenían de un arma, y volteó a Mia.

Se dio cuenta de que la chica tenía su collar entre sus dedos.

—Blai, no entres, ¿sí? —Le indicó Mallory, tratando de entender lo que veía y acercarse a Annarieke para saber si era capaz de curar las heridas de Mia.

El niño enseguida retrocedió, pensando en si acaso era una mejor idea volver a su cuarto, pero parecía que sus piernas no avanzaban más, y solo se quedó allí, mirando con sorpresa y temor.

Annarieke observó que la gema del collar de su compañera se volvía más oscura, y con ella, el llanto de la joven incrementaba.

«Jamás deshonraré mi acero, pues no tendré miedo frente a mis adversarios, ni blandiré mi arma en contra de otro hermano caballero» —recitó la joven parte de su juramento como caballera de Avra, en un ligero tono de ironía—. Que los Espíritus me perdonen... estamos malditos de todas maneras...

La gema se volvió negra en su totalidad, y antes de que Mallory pudiera acercarse más, la piel de Mia empezó a consumirse, como si se quemara, dejándole en un estado similar al del maestre Alves.

Sus ojos también se consumieron, quedando solo vacíos oscuros, y de repente exhaló un ahogado jadeo, sosteniendo el brazo de Annarieke con fuerza, y lanzándola al suelo para acercar su cara a la de la chica, y tomarla del cuello, apretándolo.

Debido a la impresión del momento, Annarieke no supo qué hacer, además de permitir que su compañera la atacara. De repente, el cuerpo de la chica se envolvió en llamas que no parecían afectar a la caballera, por lo que sea en lo que Mia se había transformado, se apartó de ella y empezó a chillar, adolorida, hasta ver que las llamas eran provocadas por Mallory, que bastante asustada, no sabía cómo podía proteger a su amiga.

De inmediato, empujó a la pelirroja contra la pared y apretó también de su cuello con todas sus fuerzas, arrojándola una y otra vez para golpearla.

—¡Suéltala ahora mismo! —exclamó Annarieke, empujando a la criatura con su brazo para que dejara a Mallory, y la bruja se dejó caer en el suelo, recuperando el aire.

A pesar de que Annarieke mantenía en su mano su collar y estaba tratando de invocar su arma, esta no aparecía, por lo que solo podía usar su fuerza para intentar inmovilizarla.

Tampoco se atrevía a hacerle daño. Fuera lo que fuera, seguía siendo Mia, y su juramento le impedía blandir su arma en contra de sus compañeros.

Annarieke usó el mismo impulso de los ataques de Mia para jalarla hacia ella y derribarla, y sostuvo sus manos para evitar que intentara golpearla.

—¿¡Mia estás allí!? —inquirió con desesperación, tratando de mantenerla quieta sin éxito alguno. Su propio collar sobresalía, y Mia estiró su mano para agarrarlo, hasta que de repente se escuchó el disparo de una flecha, y la criatura se inmovilizó por completo, como si estuviera inerte.

Para su sorpresa, el cuerpo terminó de calcinarse por sí solo ante sus ojos, dejando algunas cenizas sobre el suelo.

Annarieke reconoció la flecha sobre la cabeza de lo que había sido Mia, y levantó la mirada hacia la caballera que había lanzado el ataque.

—¡Señorita De Alba! —exclamó sobresaltada, arrastrándose lejos del cuerpo de Mia—. No tengo la menor idea de lo que ha sucedido...

—Tranquila, señorita Zavet —dijo la capitana, observando con seriedad los cuerpos, y luego, a la caballera más joven y su amiga bruja—. ¿Ambas están bien?

Las dos chicas asintieron. Mallory aún sentía la presión de las manos de Mia sobre su cuello, tosiendo un poco, y Annarieke seguía sin entender nada, y tampoco se dio cuenta de que su brazo había vuelto a sangrar. En cuclillas, se regresó hacia Mallory y trató de revisar si el ataque la había lastimado.

—¿Estás bien? ¿Te duele mucho? —preguntó con temor, observando que Mallory tenía algunas marcas en su cuello.

Antes de poder asentir o negar, la bruja advirtió en que la herida de su amiga sangraba nuevamente, pero antes de que Annarieke tratara de apartarla y decirle que estaría bien, sintió un profundo mareo que la llevó a perder la conciencia, cayendo sobre la bruja.

—¡Anny!

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now