XXIII: Monstruos y flores

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Dentro del comedor de la cocina, se encontraba sentada y cubierta con una manta una Annarieke que hacía su mejor esfuerzo en demostrar que no temblaba, hasta que una de las sirvientas apareció a su lado, sirviéndole una taza de té y mirándola con ...

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Dentro del comedor de la cocina, se encontraba sentada y cubierta con una manta una Annarieke que hacía su mejor esfuerzo en demostrar que no temblaba, hasta que una de las sirvientas apareció a su lado, sirviéndole una taza de té y mirándola con cariño.

—Es infusión de tilo, espero que la ayude a relajarse, alteza —dijo con preocupación, y la chica asintió, dejándose llevar primero por la calidez al tocar la taza, después su aroma y finalmente su sabor.

—Lamento que esté despierta a esta hora, puede volver a dormir... —sugirió la princesa, sintiéndose un poco más tranquila luego de haber bebido media taza de té.

—Nada de eso, su alteza. Todos estamos preocupados por la señorita Krisel —suspiró la mujer con tristeza.

Mallory llegó de repente, en compañía de Ludwig, ambos con ropa más casual, y mientras el chico se sentó frente a la princesa en el comedor, la pelirroja se acercó a besar la frente de la chica y acarició sus mejillas, removiendo algunos mechones desordenados fuera de su rostro.

—¿Te sientes mejor?

—Solo un poco —respondió la rubia, cabizbaja—. ¿Qué hay de Benedikt y Heinrich?

—Benedikt está hablando por el momento con el capitán de la guardia real para buscar alrededor de la isla, y bueno, eso involucra a Heinrich —respondió Mallory, tomando asiento al lado de su amiga.

—Debería estar con ellos —decidió Annarieke a punto de levantarse de su puesto, pero Mallory la detuvo, obligándola a volver a sentarse.

—¡Anny, ya la están buscando afuera! Además, necesitas relajarte.

—¡No puedo relajarme sabiendo que mi hermana está desaparecida! Y no soporto la idea de quedarme más tiempo aquí...

—¿Qué hay de buscarla en el resto de habitaciones del palacio? —sugirió Ludwig de repente, y las dos chicas lo miraron sorprendidas, contemplando aquella idea.

Annarieke se tomó su tiempo en analizarlo, como si necesitara de todo un plan para lograrlo.

—Hay que ser muy precavidos: la gran mayoría de los invitados están pasando la noche aquí, y sería escandaloso si se enteraran de que Krisel está perdida. Todo el propósito de la fiesta de esta noche podría echarse a perder —explicó la princesa, a punto de terminar su taza de té—. Además, hay demasiadas habitaciones...

—¿Como cuántas? —inquirió el chico.

—Cuatrocientas veintiséis —replicaron Mallory y Annarieke al unísono, con una implacable seriedad que demostraba que no era ninguna broma.

—Deberíamos empezar pronto... —respondió el chico luego de un largo silencio en el que pudo aceptar que tenían bastante trabajo por delante.

—Lo sé, es solo que necesito una excusa para que los sirvientes puedan visitar a los huéspedes y buscar en las habitaciones —explicó Annarieke, con el índice sobre la comisura de sus labios, deshaciéndose de la manta.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now