III: Escorpiones y mariposas

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Odyle temblaba de frío, tristeza y rabia junto a la entrada de un mausoleo sin nombre, cubierto por telarañas y musgo a causa de las lluvias y el abandono

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Odyle temblaba de frío, tristeza y rabia junto a la entrada de un mausoleo sin nombre, cubierto por telarañas y musgo a causa de las lluvias y el abandono. En su umbral se podían apreciar un poco los relieves de mariposas, flores y cuervos, en tanto abrazaba contra su cuerpo un objeto que parecía grande y un poco pesado.

La bruja había llorado hasta el hastío, con la certeza de que aquello aliviaría su dolor, pero cuando sus lágrimas ya se habían secado, quedó tan solo un vacío en su interior no hacía más que crecer, absorbiendo todo por lo que alguna vez había sonreído o soñado, y dejándola solo con el único deseo de reunirse pronto con sus hermanas.

¿Qué había después de la muerte?

Nada.

Las formas de vida conocidas como humanos fueron creadas por Ma'aer a partir de la tierra y, cuando perecían, se descomponían lentamente hasta volver a la tierra misma. Eso lo sabía muy bien

¿Pero qué había del alma? Aquella pieza fundamental que los Eminentes ansiaban tanto de su propia creación, ¿se desvanecería con el aire? ¿Buscaría un nuevo envase para cumplir un nuevo ciclo? ¿O viajaría a un lugar ideal, digno de los más brillantes sueños en donde la felicidad eterna era posible?

Odyle sabía que aquella última era la suposición más ridícula que alguna vez se habían planteado las personas, pero por primera vez quiso creer en ello, pues un destino así, era lo que Katja merecía. No importaba si ella jamás llegaba a tal lugar.

Con un suspiro de lo más amargo, se alejó del mausoleo, teniendo todo lo que necesitaba.

En aquel lugar no se encontraba nadie de su familia; al menos, no que hubiera conocido. Pero no importaba. Aunque lo quisiera, no podría visitar a sus hermanas nunca, pues su destino era ser enterradas sin una lápida para reconocerlas.

No tenía importancia.

Al final, todos volvían a la tierra misma.

Ella, por su parte, se aseguraría de que no dejaran de temer el nombre de su familia por un largo tiempo, aun si debía conseguir que la gente recordara nombres incluso más antiguos que alguna vez aterraron más.

Recorrió los laberintos de la Necrópolis de Iltheia, encontrando la salida, y siguiendo el camino que más se adentraba a la ciudad, hasta llegar a una calle repleta de edificios antiguos, todos de colores claros, entrando en uno de ellos y subiendo las escaleras de manera sigilosa.

Al llegar a su piso, en una de las puertas vio una pila de periódicos que se amontonaban sin ser recibidos, en tanto que al pie de la puerta de enfrente, encontró varias fundas de basura. Frunció un poco el ceño, y abrió la puerta, evitando las bolsas, no sin antes tomar algunos periódicos, encerrándose con prisa.

Se sentó contra la pared, dejando a un lado el objeto que cargaba, y buscando instintivamente el periódico de hacía tres días, ojeando los titulares.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now