XI: Bestia siamesa (Pt. I)

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Blai no tenía idea de qué hora era, pero aún tenía sueño y no podía ignorar más todo el ruido que hacían la princesa y su amiga alrededor de la habitación, buscando ropa y turnándose para ir al baño

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Blai no tenía idea de qué hora era, pero aún tenía sueño y no podía ignorar más todo el ruido que hacían la princesa y su amiga alrededor de la habitación, buscando ropa y turnándose para ir al baño.

De repente, escucharon un par de golpes en la puerta.

—¿Están listas las dos? —Escuchó la voz de Heinrich.

En ese momento el niño saltó del sofá, y Aester empezó a despertar también.

—¿A dónde se van? —inquirió, restregando sus ojos.

—Han llamado a una incursión de emergencia junto con otro equipo, aquí mismo en Larya... —explicó Mallory, guardando todos los objetos de investigación que creía necesarios dentro de su bolso.

—Genial, ¿podemos ir?

—Por supuesto que no —dijo Annarieke, terminando de colocarse la capa de su uniforme, y abriendo la puerta—. Estamos listas, reunámonos con la capitana De Alba.

Blai corrió hacia la puerta, impidiendo que las dos chicas salieran.

—¡Hey! ¿Por qué no? ¿Cómo se supone que aprenda a ser un caballero de Avra?

—Ya hablaré con el Maestre Alves sobre tu entrenamiento, pero no pienso exponer a ninguno de los dos allá. —Se acercó a Aester, que seguía un poco adormilada, pero entendía la situación—. ¿Puedes cuidarlo por nosotras?

La niña asintió con seguridad, y Blai se cruzó de brazos.

—Dejen de actuar como si fueran mis madres —farfulló el chico, y tanto la caballera como su amiga rieron.

—Como quieras. Cuando vayan al comedor, digan que vienen de mi parte y les darán todo lo que pidan —añadió Annarieke antes de irse.

—¡Por favor, cuídense mucho! —pidió Mallory.

Cuando Annarieke se reunió con sus compañeros, aceleró el paso y caminó en reversa, delante de ellos.

—La capitana De Alba y su equipo nos acompañarán. ¿No están emocionados? —preguntó con una enorme sonrisa, dando saltitos en su lugar mientras agitaba sus puños con emoción.

—Durante los entrenamientos fue una de las mejores instructoras. Es lo suficientemente estricta y sabe cómo guiar bien a los estudiantes, así que puede ser una buena experiencia —respondió Heinrich, un poco pensativo, pero Ludwig le miró arqueando una ceja y rio en tono de sarcasmo.

—Creo que Ann no se refiere a eso.

—¡Exacto! —exclamó la chica sin perder su entusiasmo—. Ella es tan genial, tan fuerte, tan hermosa... —Terminó por suspirar, y Ludwig asintió como si entendiera el sentimiento.

Heinrich en cambio no pareció comprenderlos, pero se apresuró a tomar a su compañera del brazo y hacer que viera por donde caminaba, pues estuvo a punto de chocar contra la pared en lugar de girar en el camino.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora