II: Avra

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—En el nombre de Avra, El Elegido, y los Espíritus, yo, Annarieke Zavet juro vivir para servir a Terravent como su guardiana;

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—En el nombre de Avra, El Elegido, y los Espíritus, yo, Annarieke Zavet juro vivir para servir a Terravent como su guardiana;

Jamás deshonraré mi acero, pues no tendré miedo frente a mis adversarios,

ni blandiré mi arma en contra de otro hermano caballero,

ni me retiraré del combate antes de haber derrotado a mi enemigo.

Hablaré siempre con la verdad, aun si me lleva a la muerte.

A partir de este momento ofrezco mi alma y mi cuerpo a los Espíritus, pues sé que me convertirán en un instrumento de defensa.

Lysois, convierte mi alma en luz, pues así iluminaré el corazón de los desesperanzados.

Laias, con tus alas guía mi camino y guárdame con sigilo ante la oscuridad.

Vilreth, confíame tu fuerza para así ser capaz de proteger a los desprotegidos y defender el bien, la verdad y la justicia.

Avra, permíteme heredar tu voluntad, más fuerte que el hierro, y tu valor para no retroceder jamás a mis palabras.

Annarieke observó fascinada cómo la gema del collar entre sus manos empezó a brillar, hasta volver a su estado natural, y se lo colocó de inmediato.

Miró con ilusión a la suma sacerdotisa de Fenkranos, quien tomando una espada dorada, dio un leve golpe con esta en el hombro de la nueva caballera, completando así su rito de iniciación:

—Los Espíritus te han armado caballera. Ahora, cumple con el legado de Avra.

***

Annarieke despertó con el recuerdo de su iniciación como caballera hace un año. Mientras las imágenes se disipaban, la joven observó las cortinas ser movidas por el viento. La brisa fresca que se escapaba a través de la ventana daba la sensación de que se trataba de un lindo día de onadh, casi a finales de la estación. Días así solo tenía ganas de salir con su familia y amigos a tomar algo caliente, o solo quedarse en su habitación leyendo.

No tenía sentido pensar en eso, pues estaba muy lejos de casa y lo sabía. Su sueño reaparecía en su memoria para indicarle que su vida había cambiado, y las heridas en su cabeza, manos y muñecas le corroboraban que esta no era nada tranquila, pero que no obstante, había sido su elección.

Se acercó al espejo de la habitación para tratar sola sus lesiones. Los moretones ya empezaban a aclararse, y los cortes y raspones apenas se notaban, pero a pesar de los días de descanso que había tenido, sus dorados ojos aún reflejaban agotamiento y tristeza. Tomó de la cómoda un gran listón rosa con el que amarró todo su cabello, mas la persona que encontraba en su reflejo le parecía una extraña. Los eventos de la incursión de Maraele se repetían constantemente en su memoria, llenándola con ideas de todo lo que pudo haber hecho de distinta manera para cambiar el resultado que obtuvieron.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now