IX: La piedad de la bruja (Pt. I)

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Mallory pensó en usar su tiempo como niñera para sorprender a las nuevas adiciones de su equipo con todo lo que podría averiguar de las bestias a través de la magia, la primera ciencia

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Mallory pensó en usar su tiempo como niñera para sorprender a las nuevas adiciones de su equipo con todo lo que podría averiguar de las bestias a través de la magia, la primera ciencia.

Entró al departamento para ayudarles a terminar de empacar y preguntarles si querían ver a la bestia muerta. Era algo que seguro entusiasmaba a cualquier niño.

Al acercarse al umbral de la habitación de Blai, vio lo ensimismado que estaba con las cosas que quería llevarse. Notó que tenía un objeto en sus manos que le resultaba muy familiar.

—No se lo digas a la princesa, pero, ¿crees que sea un buen caballero de Avra? —preguntó el niño, mostrando el collar que tenía. Su gema mostraba un color opaco—. Era de mi padre, eso creo...

Mallory se acercó a él, ayudándolo a guardarlo en su pequeña mochila.

—Vi todo lo que hiciste por defender a tu amiga. Ese valor es todo lo que necesitas para ser un excelente caballero de Avra. —Esbozó una cálida sonrisa—. Sin embargo, debo advertirte que entre la princesa y yo no hay ningún secreto —rio.

El niño frunció el ceño, y miró hacia otro lado con fastidio.

—Como sea. No confío en ella aún.

—Sé que no todos los monarcas son justos, y algunos abusan de su poder, pero puedo prometerte que Anny y su familia no son así —le aseguró la bruja, pensando en el tiempo que había compartido con la familia Zavet y en lo buen gobernante que era el padre de sus mejores amigos—. Hey, tampoco tiene nada de malo estar en un orfanato. Yo crecí durante un tiempo en uno, y luego mis padres me adoptaron, y es gracias a ellos que conocí a Anny y a su hermano —comentó suspirando con una sonrisa.

Blai se sorprendió un poquito ante el comentario, pues Mallory no lucía como una huérfana. Como él. Había tenido bastante suerte, pero él en cambio ya ni siquiera estaba en una edad en la que alguien quisiera adoptarlo, y no quería hacerse falsas ilusiones cuando ya había aprendido a hacerse cargo de sí mismo.

Mallory notó cómo el niño reflexionaba, apretando la mandíbula y hundiendo sus cejas, y tosió un poco para tratar de volver a amenizar el ambiente.

—¡Pero entiendo si no es lo que tú deseas! —se excusó, soltando después un largo suspiro, y recordó entonces otros objetos interesantes que el niño tenía—. ¿Qué hay de esas dagas? ¿También crees que pertenecieron a tu padre?

El muchacho asintió.

—Siempre las he tenido conmigo, incluso antes de saber lo que hacían —explicó.

—Ya veo... —murmuró con asombro, deseando saber más del juego de armas, y la historia detrás de cómo habían llegado a las manos de un niño de Iltheia, pero también recordó que alguien más podría estar interesado en los objetos—. Si por algún motivo llegas a encontrarte con un chico muy parecido a Anny...

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now