IV: El ducado de Giannir

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Annarieke se acercó a la proa del ferry, donde encontró a Heinrich observando el horizonte marino, luciendo muy aburrido

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Annarieke se acercó a la proa del ferry, donde encontró a Heinrich observando el horizonte marino, luciendo muy aburrido.

—¿No has visto a Lud? Podría jurar que está algo molesto conmigo... —dijo la joven con un tono travieso, observando a través de unos binoculares. Primero a él, que permanecía impasible, aun cuando algunos mechones de su oscuro cabello se pegaban a su rostro por acción de la brisa tan fría de la mañana. Luego vio al resto de la proa, para finalmente bajar el objeto, mostrando una sonrisa juguetona.

—¿Y por qué crees que sería así? —respondió el chico con un tono sarcástico, tomando los binoculares para volver a observar el mar. Pudo notar que no estaban lejos del puerto de Amaravas.

—Hmm. Supongo que algo sobre abusar de mi poder para conseguir lo que quiero. —Lo miró, intentando parecer casual, como si no hubiera planeado por horas pedirle un favor—. Hablando de eso, ¿podrías ser tú el que tome el mando como capitán de la misión y hables con mi padre para pedir el permiso?

—Annarieke, quita esa mirada de cachorrito en este instante, por favor. —Heinrich aún usaba los binoculares como excusa para evitar mirar a su compañera, pero la conocía tan bien que podía adivinar la cara que estaba poniendo, hasta que la chica, desilusionada, dejó de hacerlo—. Ahórralo para el viejo. Para empezar, estamos aquí por ti, así que la responsabilidad de esta misión es tuya.

—¡No les pedí que vinieran!

—Ajá, y yo iba a permitir que fueras a perseguir a una bruja tú sola. —El chico rodó los ojos, pensando en que incluso para ella debía ser muy obvio que tanto él como Ludwig la acompañarían. No solo por ser un equipo, sino que también Giannir era el hogar de los tres—. Tanto si hubieras ido sola o no, igual tendrías que hablar con el viejo.

—¿¡Puedes dejar de decirle «viejo» a mi padre!? Sigues trabajando para él, por si te olvidas —resopló molesta la chica, cruzándose de brazos—. ¿Qué pasa si me pide que deje la orden? ¿Si dice que ya ha sido suficiente? No quería volver a Amaravas hasta... no lo sé, tener suficientes logros...

Heinrich la miró con seriedad.

—¿«Suficientes logros»? Sabes que esto no son las exploradoras, y en todo este tiempo hemos cumplido con bastantes incursiones exitosas de las que el... Duque debe estar al tanto. Incluso si te pidieran que fueras capitana de un equipo, o no lo sé, maestre de la orden, ¿lo aceptarías?

Annarieke aún permanecía con la mirada baja, sintiéndose como una niña regañada por caprichos que ni siquiera ella misma conseguía identificar. Afligida, soltó un largo suspiro.

—¿Tú crees que esté enojado conmigo? ¿Recuerdas cómo estuvo la noche en que escapé? —pausó un instante, mirando entristecida y con nervios a su amigo— ¿Se veía enojado?

No fue una pregunta que Heinrich se esperase, pero pensó principalmente en lo que a ella le gustaría escuchar, y levantó con su mano el rostro de su compañera, intentando calmarla con una pequeña sonrisa.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now