XV: El deseo de Avra (Pt. II)

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Junto a la maestre De Alba, Annarieke se reunió con sus compañeros, contándoles tan breve y clara como podía el motivo por el que estaban allí. Aunque era demasiado para creer que pudiera ser verdad, al menos por los gestos de nervios que hacía Annarieke, Ludwig y Heinrich podían asegurarse de que no se trataba de ninguna broma, y no dudaron en hacerle compañía hasta el lugar donde se llevaría a cabo el ritual.

Siguieron el camino del río que llevaba al norte, alejándose más del templo, junto a los dos brujos.

—¿De verdad vamos a ver a un Espíritu? —preguntó Ludwig, incrédulo aún—. ¿En serio Mallory hará que Myantha Fenkrana te entregue la espada de Laias? ¿Me juras que no estoy soñando?

—Debemos estar compartiendo el mismo sueño, entonces... —murmuró Annarieke, arqueando las cejas y procurando no jugar con sus manos para que no se notara lo nerviosa que estaba. Una taza de té no le habría venido nada mal en aquel momento.

—¿Pero por qué a ti?

Aunque la chica tenía una sola respuesta razonable para ello, prefería no decírselo a sus compañeros aún, y se encogió de hombros.

—Sería asombroso si Heinrich pudiera tenerla. —Decidió desviar el tema.

—Es suficiente con haberte enseñado a empuñar una —respondió el mayor con una tranquilidad apenas fingida. Aunque no tuviera el mismo interés que Annarieke y su hermano en las leyendas, una espada ancestral capaz de vencer a los más poderosos monstruos que habitaron sobre Terravent, era algo que sin duda quería ver, y tal vez, usar.

—No tienes que ocultar tu entusiasmo...

—Está bien —aceptó el chico, riendo al darse cuenta de lo bien que parecía conocerlo su compañera—. No creo que deba sujetarla pero si me dejas verla de cerca...

—Hecho —prometió Annarieke.

Los tres sabían que en la dirección que tomaban, el río Fenkranos marcaba el límite con el país de Giannir, y poco antes de llegar a la frontera, los brujos se detuvieron.

Mallory observó el anillo en su mano, y estiró sus brazos un poco frente a sí misma, mirando sus manos.

—¿Lista, Amarose? —dijo Hayden, y la chica asintió decidida, al punto en que al verla, Annarieke deseó compartir el sentimiento a pesar de que confiaba en ella—. Su alteza, debería acercarse más: usted será quien intentará convencer con sus propias palabras a la dama de Fenkranos.

Annarieke respiró profundo, antes de acceder a entrar a orillas del río, y tanto Hayden como Mallory hicieron aparecer círculos de invocación en frente suyo, ambos con un aura de distinto color —la de Mallory era blanca, en tanto que la de Hayden era más dorada—, y la caballera entendió que a partir de aquel momento no podía dar marcha atrás por más insegura que se sintiese.

En presencia de todos los elementos, y en nombre de la trinidad de Espíritus del primer pacto conocido: Lysois, la iluminada; Vilreth, el impetuoso y Laias, la alada, te invocamos, Dama del río, protectora de Therina y primera sierva de Laias: Myantha Fenkrana.

»Que tu solo nombre sea inspiración al orden, que tu presencia otorgue protección sobre los indefensos, y que tu noble juicio dicte una vez más la valía de la guardiana en frente de ti. De ser digna, bendícela otorgándole tu más alto honor, o de lo contrario, si hay oscuridad en su corazón, castígala.

—Lo último no va en serio... ¿o sí? —inquirió Annarieke, cada vez más llena de dudas luego de escuchar el conjuro de los dos brujos.

Desde la superficie empezó a emerger una figura femenina con un cuerpo formado por el río mismo. Annarieke, impresionada, trató de no saltar.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum