Extra I: Odyle

685 54 43
                                    

Arianne apenas sintió la llegada de Odette al mundo.

Había ayudado tantas veces en partos, pero era la primera vez que ella sola le entregaba una nueva vida a sus señores, y con certeza, la pondría a su total servicio. Había cumplido el milagro que alguna vez Ma'aer hizo al crear a los humanos y a la corte de herederos de Nesserth.

Para ser su primer parto, en contra de lo que manejó en su experiencia, fue bastante rápido, y poco se había quejado. Solo le faltaba conocer a su pequeña reina.

Su esposa, Ysabelle, comprobó que la respiración de la niña era muy tenue y tenía buen color. La recién nacida ni siquiera lloraba, y dormía como si todavía no se hubiera enterado de su propio nacimiento.

Por alguna razón, observar a la criatura toda enrojecida y cubierta de sangre, no evocaba ningún sentimiento en Ysabelle. A pesar de que había acompañado a su esposa en todo el proceso del embarazo y el parto, no se sentía parte de este, y con palabras asumía que era su hija, sus pensamientos la traicionaban.

No era así con Arianne, que sentía deseos de abrazar a su pequeña, pero su felicidad no duró en lo absoluto. Apenas pudo contener el grito que se asomaba del dolor, aferrándose al instante de las sábanas, mientras las lágrimas empezaban a salir.

Ysabelle dejó a Odette sobre la cuna, y regresó hacia su esposa, entendiendo la situación: se asomaba un nuevo parto, y para su mala suerte, parecía que no iba a resultar tan fácil como el anterior.

Al colocar su mano sobre su vientre, se percató de que el bebé estaba en posición invertida, y tendría que ser muy cuidadosa con sus masajes para lograr enderezar a la criatura. A pesar de que intentaba mantener la calma, esta se vio interrumpida cuando en medio de su maniobra, causó una hemorragia al desprenderse la placenta.

Arianne empezó a rogar por una cesaría, pero Ysabelle se negó, y continuó intentando mover al bebé en su vientre para ayudarle a salir, tan paciente y calmada como podía mantenerse ante la situación. No obstante, cada movimiento causaba mayor presión sobre el útero, lo que incrementaba el sangrado.

Tras larguísimos minutos que se habían sentido como horas, Ysabelle pudo sacar al fin a la criatura, que empezó a llorar entre sus brazos, y cortó el cordón que la unía a Arianne.

Sosteniéndola contra su cuerpo y limpiando su rostro, al ver sus oscuros ojos por primera vez, una sensación extraña la recorrió.

Apenas pudo contener su sorpresa al ver a las flores morir, a las almas gritar, y a los cuervos graznando. Aclamaban a quién sin duda era, la siguiente y última reina de su aquelarre.

Ysabelle lo supo en ese instante: aquella niña entre sus brazos era la heredera que tanto ansiaba. La bruja que sin duda, criaría para hacerle alcanzar todo su potencial y cumplir con la profecía que presenció.

Era tal la emoción ante su epifanía, que en cuanto quiso enseñársela a Arianne y contarle lo que había visto, su sonrisa se desvaneció muy lento.

Había soportado bastante, pero el precio de aquella nueva vida fue el de su madre.

Oh, Odyle... Incluso desde el instante en que naciste, solo supiste causar dolor.

***

Tres hermanas se mantenían apenas impasibles dentro del salón de biblioteca de su hogar, tratando de tener su atención lo más pegada posible hacia sus tareas y enseñanzas del día.

La menor leía un grimorio sobre bestias, sentada en el alféizar de la ventana, su lugar favorito. Era la que más alejada del ruido estaba, pero por instantes se ponía nerviosa, y se obligaba a ignorarlo.

Voluntad de hierro (El juramento de los guardianes I)Where stories live. Discover now