Capítulo 32

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SCOTT


Su celular sonó de repente.

Sin apartar la mirada intimidante de Ruby, lo sacó de su bolsillo y echó un vistazo rápido a la pantalla. Frunció el ceño, un número desconocido...

Lo lógico hubiera sido que no respondiera la llamada hasta terminar esa importante conversación para evitar que Ruby dijera alguna estupidez como su hermana, cosa que él no podía permitir de ninguna manera porque ella debía seguir siendo su cómplice, pero por alguna razón una voz dentro de Scott le dijo que debía atender, que era importante.

Lo hizo.

—¿Diga?

—¿Hablo con el Señor Scott Larsen? —preguntó una voz de mujer

Era totalmente desconocida para él, y como Scott desconfiaba de todo el mundo, pero sobre todo no le daba su número a personas que no conocía, se puso alerta.

—¿Quién habla? —exigió saber.

—Mi nombre es Sylvia Kruger —se presentó ella—. Trabajo en el Deutsche Bank, y lo estoy llamando con el motivo de informarle que no se ha podido pagar la deuda de su tarjeta de crédito ya que no posee suficientes fondos en la cuenta.

Scott pensó que había oído mal.

—¿Qué...? —soltó, repentinamente confundido.

La mujer siguió, profesional:

—Si lo desea puede transferir dinero de alguna otra cuenta para pagar su tarjeta de crédito. De lo contrario, le podemos otorgar un crédito a tasas muy convenientes.

Pero, ¿qué demonios?

—¿Cómo que no hay dinero en la cuenta? —soltó—. Eso no es posible, debe ser un error.

—Justo ahora estoy mirando su cuenta y el saldo es insuficiente —contradijo la mujer. Repito, si su situación está en un mal punto podemos otorgarle crédi....

Scott cortó el teléfono, negado a escuchar algo sin sentido y más que nada: enojado. Luego reaccionó muy rápido, como quien sabe que le espera algo malo y piensa que tal vez el actuar con rapidez cambiará las cosas. Entonces, abrió la aplicación del banco en su celular e ingresó sus datos, ansioso por demostrar que la llamada había sido un error.

Pero no.

La pantalla le mostró su saldo actual: 0,11.

Los ojos de Scott se abrieron de par en par. Quedó helado, mirando el número y comparándolo en sus recuerdos con lo que había tenido antes.

No. No.

Debía ser un error.

—¿Qué pasa? —le preguntó Ruby de pronto con nerviosismo, porque ellas seguían ahí, aunque absortas de lo que había pasado.

Scott solo salió del apartamento a paso apurado sin dar explicación alguna. Claro, no sin antes dar un portazo enojado. Luego su único objetivo fue llegar al banco. Salió del edificio, tan iracundo que cada vena de su cuerpo podía notarse más. Se subió a su auto y condujo, muy capaz de atropellar a quien se le atravesara y le impidiera llegar rápido.

¿Cómo había llegado a cero? No tenía sentido.

Se negó a creerlo. Debía ser culpa del banco. Era eso. Le habían robado, y debían devolvérselo. No había otra respuesta. O tal vez pensó en otra posibilidad, pero prefirió sacudirla porque eso significaba... No. No podía haber sido traicionado.

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora