Capítulo 11

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RUBY.

Ruby iba a cumplir la orden de Scott.

Tal y como habían planeado, ambos habían vigilado las cámaras de seguridad del piso de Dylan durante siete días. Lo descubierto: que Dylan salía cada mañana a las ocho en punto y volvía una hora después. Era perfecto para ellos porque dejaba tiempo suficiente para entrar en el apartamento y esconder las dos cámaras.

A pesar de eso, Ruby tenía miedo. Era el día. Dylan saldría en cinco minutos y ella debía actuar rápido. Scott la ayudaría por supuesto. Él tendría el trabajo de activar las cámaras luego de que se colocaran. También estaría monitoreando específicamente las cámaras de la entrada al edificio y la del corredor para avisarle a Ruby que saliera del apartamento si es que Dylan volvía antes de lo calculado.

Eso también la ponía nerviosa. Bueno, en realidad estaba muy nerviosa desde el asunto de la ducha. Después de esa noche ella ya no pudo entender qué había visto y que no. Tenía el vago recuerdo y tenía la certeza de haber observado algo fuera de lugar, pero lo demás era una confusión intensa que en momentos se transformaba en un inquietante debate: ¿en verdad había visto algo? ¿O su mente le había hecho un mal juego?

Luego, cuando se fue a dormir, por primera vez, Ruby había tenido una larga, espantosa y vívida pesadilla con "aquello" tan malo que guardaba como secreto junto a Scott.

Se había despertado de golpe en plena madrugada, agitada, sudorosa, atemorizada y con los músculos algo rígidos .De inmediato había pensado en que eso jamás le había sucedido. Nunca sus propios actos la habían asustado tanto, porque Ruby jamás había sido miedosa. De hecho, siempre le habían faltado dos cosas: remordimiento y cobardía, y eso mismo la había hecho tan compatible con Scott; pero ahora no solo se sentía rara, también se sentía intranquila y confundida.

Le llegó un mensaje de Scott.

Estoy listo. Espero que lo hagas rápido.

Ruby volvió a mirar la aplicación con las transmisiones de las cámaras de vigilancia. En ese preciso instante, Dylan salía de su apartamento. Incluso desde el ángulo de la cámara su cabello negro se veía asombroso, y él tenía ese aire de actor captado en una escena de una película. Finalmente cerró su puerta y se fue usando las escaleras, no el ascensor.

En cuanto Ruby recibió un nuevo mensaje de Scott avisando que ya había revisado la cámara instalada sobre la puerta de entrada del edificio y que había visto a Dylan alejarse, ella se puso en marcha.

Salió de su apartamento y subió las escaleras a toda velocidad. Unos escalones antes de llegar, sacó la llave de su bolsillo y luego, sin pensar ni respirar ni dudar, hizo todo rapidísimo para no fallar al acobardarse: introdujo la llave en la cerradura, abrió la puerta, entró y cerró la puerta tras de sí.

Cuando el mundo volvió a su velocidad normal, ella se encontró apoyada contra la madera. Su respiración iba un poco acelerada.

Se lo repitió en su mente: estaba dentro de ese apartamento.

De nuevo.

Obviamente, las cosas del último inquilino ya no estaban, por supuesto. De hecho, había menos cosas. Solo estaban los objetos básicos, lo cual hacía que el apartamento todavía pareciera deshabitado y en alquiler a pesar de que Dylan llevaba ya varias semanas viviendo allí. Tampoco había desorden de ningún tipo, ni siquiera el común desorden masculino, tan solo algunas herramientas de fotografía como papel de impresión fotográfica, una impresora y lentes de cámara sobre la mesita de la sala. De resto, el sitio era impecable pero sobrio, medio vacío, medio raro, como si nadie hubiese tocado nada.

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora