Capítulo 26

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DYLAN

Dylan debía intentar descubrir por qué se estaba enamorando de Lisa, pero también debía seguir ocupándose de su plan, así que aquel día estaba frente a la puerta de Scott.

No como Dylan, por supuesto. Su apariencia era la de la muchacha que le hacía la limpieza mensualmente al apartamento de Scott, una chica no muy alta con el cabello muy rizado y un montón de pecas por todo el cuerpo a la que había contratado unos dos meses atrás. Scott no confiaba ciegamente en ella como para dejarla sola en el apartamento, pero estar a solas un momento era justo lo que Dylan necesitaba para cumplir su siguiente objetivo, por lo que había tenido que idear todo lo que haría con suma precisión.

El primer paso ya estaba hecho. Scott abrió la puerta al quinto toque de la falsa chica. Tenía cara de malhumor y parecía estar en plan de vestirse porque tenía un zapato en una mano y le faltaba la camisa.

—¿Qué? —soltó dejando en claro que no le alegraba mucho el simple hecho de haber abierto la puerta.

—Vengo por la limpieza mensual —sonrió ella.

Scott hundió un poco las cejas, extrañado.

—Hoy no es dieciséis.

La muchacha iba solo los dieciséis de cada mes y ese no era el día. Por suerte, Dylan tenía cada mentira preparada para cubrir su presencia allí.

—Es que ese día no podré venir —se excusó con amabilidad—. Van a hacerme una cirugía y quisiera adelantar el trabajo. No falta mucho para que sea dieciséis, ¿no?

Scott la miró un momento de arriba abajo, medio pensativo. Ella aguardó, sonriente como siempre. A Dylan le había bastado chocar con ella en uno de los pasillos para absorber toda su información de vida. Era una chica dulce pero muy tímida y muy callada porque las personas para las que trabajaba solían ser intimidantes y despectivas. Así como Scott, quien de todos era el que la trataba peor.

—Pasa —terminó aceptando.

Ella entró sosteniendo su mochila con productos personales de limpieza, justo como solía hacer siempre. El lugar era igual al resto de los apartamentos de Knickweg, pequeño y compacto, pero la diferencia era grande para Dylan. Percibía una horrible energía, pesada y agresiva como si fuese un ente aguardando atacar. También olía demasiado a masculinidad descuidada y no había nada más que lo necesario.

Scott era como su apartamento, básico y espiritualmente oscuro.

—Empezaré por la cocina —avisó ella.

—¿Cuánto te vas a tardar? —preguntó Scott sin vueltas.

Ella alzó los hombros.

—No lo sé, me gusta hacer bien mi trabajo.

—¿Puedes hacerlo bien y rápido? —replicó de mala gana—. Debo salir.

La chica solía obedecerle porque en el fondo Scott le daba cierto miedo. Ante él bajaba la cabeza y procuraba no cometer errores. Era algo injusto, pero en ese caso jugaba a favor de Dylan porque Scott no la veía como un peligro o como alguien capaz de hacer algo inteligente.

—Por supuesto —asintió ella—. Me apresuraré.

Sin decir nada, Scott se fue a su habitación. Ella se apuró a medias, porque el plan no era tardar tanto. El plan era dejar pasar un poco el tiempo hasta que fuese el momento en el que Scott tuviera que irse, y justo ahí hacer la movida clave. Funcionaria porque lo que Scott iba a hacer era encontrarse con el tipo que había contratado para golpear a Dylan. O bueno, eso creía él.

Dylan lo había organizado todo un día atrás. Había tomado la forma del tipo para poder utilizar su voz. Había llamado a Scott y le había pedido encontrarse en un punto de la ciudad porque tenía información importante sobre Dylan, que no podía dar por teléfono. Dylan sabía que Scott obviamente no faltaría, pero también sabía que él no quería dejar a la chica sola en su apartamento, por lo que tenía una idea para cambiar eso.

Confiado, Dylan hizo su siguiente movimiento: cogió una jarra con agua del refrigerador y sin razón alguna la dejó caer al suelo. El sonido del vidrio rompiéndose hizo que Scott acudiera de inmediato. Se detuvo, ya completamente vestido, y observó ceñudo el desastre en el suelo.

—Pero, ¿qué demonios hiciste? —le soltó él en reclamo.

Dylan como la falsa muchacha se mostró un poco asustada, apenada y nerviosa por lo que acababa de pasar.

—Lo siento, fue un accidente —se disculpó con la voz exacta y los gestos exactos de la chica—. Se me resbaló de las manos y...

—¿No puedes tener algo de cuidado? —le interrumpió Scott, ahora notablemente molesto—. Esto lo voy a descontar de tu paga, para que sepas.

—Sí, sí —asintió ella, incapaz de alzarse contra alguien tan violento—. Lo pagaré yo, no te preocupes.

Scott resopló con impaciencia y fastidio. Sacó su teléfono y lo miró. Por un instante solo observó la pantalla, tal vez analizando la hora. Dylan aguardó, esperando que no le diera por quedarse, aunque la mayoría de sus planes solían acertar.

Scott alzó la vista de repente y miró a la muchacha con disgusto.

—¿Qué me ves? ¡Ponte a recoger eso!

—Sí, lo siento —Reaccionó con un sobresalto y se agachó para ocuparse del desastre.

Scott soltó un resoplido de hastío y guardó el celular en su bolsillo. Pareció enfadado por lo que iba a tener que hacer.

—Ya tengo que irme y es urgente —dijo—. En cuanto termines de limpiar eso deja todo lo demás como está y lárgate —y antes de moverse dejó la advertencia tan clara y temible como una amenaza—: Si se te ocurre quedarte un minuto más, lo sabré.

La chica asintió con una rapidez inferior.

—Entendido.

Apenas Scott cerró la puerta, Dylan no actuó. Se tomó unos momentos para recoger los trozos de vidrio, inteligente y cauteloso por si a Scott se le ocurría volver de sorpresa por la sospecha de que encontraría a la chica haciendo algo extraño. Él sabía que Scott tenía sus momentos tontos, pero era precavido por todo lo que tenía que ocultar.

Luego de que recogió el desastre y trapeó el agua, hizo su más importante movimiento. Era la jugada que desencadenaría todo, y... tal vez una pequeña venganza para Scott por haber enviado a un tipo a golpearlo, pero importaba más lo que iba a causar y como las cosas iban a detonar a partir de ahí.

Fue directo a la habitación de Scott. En el momento en que ambos se habían estrechado la mano aquella vez en el vestíbulo del edificio, había absorbido toda la información sobre él. Una parte importante de esa información era que Scott ocultaba su laptop debajo de su colchón y una parte más importante era que la contraseña de su cuenta bancaria no tenía símbolos, lo cual la hacía un poco vulnerable.

Dylan lo hizo todo muy rápido. Buscó la laptop, la encendió, desbloqueó, accedió a la cuenta bancaria, hizo una captura de pantalla y envió una a Ruby y otra a Lisa desde el correo electrónico de Aria. Después cerró, apagó la laptop, la dejó en su mismo sitio y salió de la habitación llevándose consigo el pasaporte de Scott.

Mientras abandonaba el apartamento viéndose como la chica de la limpieza, sonrió.

Lisa y Ruby verían que Scott tenía cincuenta mil dólares en su cuenta bancaria.

Dinero que había estado ocultándoles a ambas. 

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora