Capítulo 2

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RUBY

Sábado.

9:02 a.m.

Lisa: ya estás despierta???

9: 20 a.m.

Lisa: Ven al patio que el encargado hablará sobre unas tuberías de agua que están fallando.

9: 35 a.m.

Lisa: Al parecer no habrá ducha en todo el día. Vienes!!??

Ruby miró todos los mensajes que había estado ignorando. Reunirse con la gente del complejo no era de sus cosas favoritas. Solo se relacionaba con ellos durante las fiestas de fin de semana, no una mañana como esa en la que le gustaba pasar la resaca de la noche anterior fumando en la terraza, el único lugar en el que se permitía el consumo de tabaco. Pero lo de las duchas le interesaba porque no haberse podido dar un baño al despertar la tenía de muy mal humor.

Aunque... en realidad había despertado sin mucha tolerancia con la vida, deseando otro fin de semana para volver a beber hasta que su mente disolviera algunas de las cosas que quería olvidar.

Porque Ruby, muy linda y todo, pero sí que tenía un montón de cosas para olvidar.

De mala gana, decidió no tardar más en ir a la reunión, así que arrojó su cigarrillo al suelo, lo pisó para apagarlo y comenzó a descender por las escaleras con el cuerpo pesado por el insomnio y la cabeza revuelta por los restos de alcohol.

Iba por el pasillo del cuarto piso preguntándose en dónde andaría el imbécil de Scott o con quién, cuando vio una pila de cajas de mudanza fuera de la puerta de uno de los apartamentos, que en realidad no era cualquiera que pudiera pasar por alto.

Era ese apartamento.

Se detuvo en seco. Alrededor, el tranquilo silencio de un corredor vacío. Ruby las miró. Eran tan solo cajas, simples y aburridas cajas, pero estaban justo frente a la puerta —además abierta de par en par— del apartamento en el que ahora viviría este tipo tan misterioso llamado Dylan.

Un repentino escalofrío recorrió su cuerpo. Se preguntó cómo alguien había podido mudarse allí, dormir allí, estar solo allí, si en ese apartamento una vez...

Cortó aquello con rapidez y frialdad, y sacudió cualquier palabra o recuerdo innecesario. Quiso que sus piernas reaccionaran para irse y dejar atrás el sitio con indiferencia, pero inesperadamente, falló. Quedó parada en pleno y silencioso pasillo con un pensamiento rebelde en su mente:

Pero... ¿por qué no echas un vistazo dentro?

Una parte de ella dijo: "¡pésima idea, amiga!" Otra, más intensa, por alguna razón, sí quiso hacerlo. Lo quiso como cuando alguien le decía a un niño que no debía abrir una caja secreta, y entonces la advertencia solo aumentaba más la curiosidad y las ganas.

"Ruby, no", intentó persuadirle la parte más razonable.

Pero la otra parte envió un impulso y ella movió un pie unos centímetros para dar un par de pasos hacia allá, más cerca de las cajas de mudanza que estaban todas selladas alrededor de la entrada.

"Solamente para mirar lo primero que aparezca —pensó— un sofá, una mesita, parte de la cocina o tal vez al propio Dylan..."

Apenas pronunció el nombre mentalmente, retrocedió en una reacción rápida. Su pie volvió a su posición inicial al borde de la escalera y su sensatez le lanzó una orden clara e irrefutable: NO. ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? ALÉJATE YA.

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora