Capítulo 14

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SCOTT. 

La situación estaba así:

Ruby estaba actuando de forma tonta.

Y Lisa se estaba alejando de ellos.

Él tenía que entrar en acción para lograr acomodarlo todo antes de que empeorara. Tenía una idea drástica, pero antes de recurrir a ella quiso probar algo menos severo que quizás podría funcionar. Después de todo, el hecho de que Dylan fuera nuevo no podía patear el hecho de que los tres tenían toda una jodida historia juntos.

Recuperaría a su gemela.

De la forma en la que sabía que a ella le gustaba.

Volvió al edificio de Knickweg después de comprar lo necesario. Tenía llave del apartamento de Lisa, así que la utilizó. Apenas entró, Lisa estaba en su sofá, con su bata de baño, el cabello mojado todavía escurriendo, y echándose esmalte de uñas rojo en los dedos de los pies. Como fue todo muy inesperado, dio un salto de susto.

—¡Scott, por Dios! —exclamó, sorprendida—. ¡Me asustaste!

Él cerró la puerta tras sí y le dedicó una de sus sonrisas torcidas pero atractivas.

—No fue mi intención —se disculpó, e internamente se sintió divertido de estar hablando con tanta… suavidad.

Pero era necesario.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Lisa, recorriéndolo con mirada curiosa y algo confundida.

Scott avanzó hacia el sofá, seguro de sus habilidades. Sostenía una bolsa con una mano, pero ya llegaría a eso.

—Dos razones —dijo, entusiasmado.

—La primera… —lo invitó ella a hablar de una vez.

—Te traje algo.

Metió la mano libre en el bolsillo trasero de su pantalón, sacó y mostró ese “algo” ahora colgando entre sus dedos. Era una cadena muy delicada y muy hermosa. Lisa la miró con ojos asombrados. A ella le encantaban las joyas, era la contraparte de Ruby, pero más que la joya en sí a Lisa le gustaba mucho más algo en particular: la historia tras la obtención. Mientras más sucia y descarada fuera, más la atrapaba.

Scott se deslizó un poco hacia ella.

—Su historia es bastante tentadora —empezó a contarle él con una voz más baja e íntima, muy incitadora—. Entré a la tienda esta tarde y la vi dentro de uno de los estantes abiertos al público. El empleado estaba allí, atento. Me le acerqué y le empecé a pedir que me mostrara anillos para mi futura esposa, justo como un hombre preocupado por los detalles. En cierto momento, le pregunté si podía enseñarme uno de los que estaba en el mostrador del fondo. Apenas se volteó para ir a buscarlo, en un movimiento rápido, cogí la cadena. —Lo último lo añadió más susurrante y detenido—: Y no tuve que irme. Me quedé ahí, a ver el anillo. El hombre no se dio cuenta. Al final le prometí que volvería.

Tras la última palabra, Lisa no pestañeó. Sus ojos estaban fijos en el movimiento de la cadena colgando de los dedos. Su debilidad material. Scott aprovechó, le puso una mano en el hombro y la invitó a darse la vuelta. Lisa lo hizo aún sentada. Entonces, él le puso el collar con delicadeza.

—Es tuya —le dijo él, cerca de su oído. 

—Es hermosa… —susurró Lisa, tal vez suspendida todavía en el tono de la historia.

Listo, volvería a ser suya. Scott se sintió muy inteligente y entusiasmado, por lo que incluso deslizó su mano por los hombros de ella. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Siguió con el teatro:

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora