Capítulo 9

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LISA

Lisa vio que Ruby salió disparada del cuarto de baño a pasos furiosos, atravesó la sala con una mezcla de espanto y molestia en la cara, y abandonó el apartamento tras un portazo.

Ella se quedó mirando la salida, confundida. Lo único que le vino a la mente fue que quizás Ruby le había dicho algo odioso o grosero a Dylan y que él, como ya había notado, le había respondido de forma muy inteligente y serena, lo cual de seguro había enfurecido a su hermana.

Reprimió una risita porque en el fondo eso le divertía un poco.

—¿Lisa? —escuchó de repente desde el baño.

Dejó de pensar en Ruby de inmediato, se levantó del sofá y miró el jabón sobre la mesita. El momento era perfecto para que su plan tuviera éxito.

—¿Sí? —le contestó a Dylan desde allí, sin moverse aún.

—No hay jabón, ¿podrías...?

—¡Claro, espera! —aceptó sin dejarlo terminar la pregunta—. Puede que Ruby lo haya movido por alguna extraña razón.

Divertida internamente, dio algunos pasos sin sentido para fingir que se movía por el apartamento en busca del jabón. Se tomó un minuto y luego fue hasta la puerta del baño.

Estaba entreabierta, es decir, que podía pasar.

Sintió un cosquilleo divertido al entrar, y otro de nerviosismo al acercarse a la ducha. La cortina era blanca, pero de un material que difuminaba los contornos de la silueta, así que vio la forma de Dylan, aunque no con la claridad que hubiera deseado para adivinar algo.

—Ten —le ofreció.

Una mano mojada y goteante salió por el lateral de la cortina. Lisa puso el jabón en ella. Él agradeció y la mano entró de nuevo a la ducha. Por un momento se sintió como si él se concentrara en lo suyo y ella ya no tuviera nada que hacer ahí, por lo que buscó con rapidez algo que alargara el asunto para no tener que irse.

Se le ocurrió de repente.

—¿Ruby te dijo algo? —aprovechó para preguntar—. Se fue muy rara, como molesta.

—No, es simplemente que no le caigo bien —dijo Dylan, muy tranquilo.

Ya habían hablado un poco de eso, Dylan había notado que no le agradaba a Ruby y lo había tomado bastante bien, casi con indiferencia, cosa que había ayudado a que él le pareciera todavía más atractivo.

Aunque lo que estaba pasando con Dylan, a ser sincera, no era tan simple como la atracción. Lo había llamado así para no parecer rara, pero cuando lo había visto llegar al complejo, aquella noche, se había sentido como si recuperara algo que no sabía que tenía, como si tuviera que acercarsele porque así debía ser. Dylan la había deslumbrado al segundo de una forma que no comprendía.

—A Ruby poca gente le cae bien —suspiró Lisa con tono monótono—. La verdad, a veces hasta creo que solo Scott le cae bien, o ni siquiera.

Un pequeño silencio. La silueta de Dylan se movió con la normalidad de alguien en la ducha. Lisa quiso ver más, pero la estúpida cortina hacía bien su trabajo. Igual no era tan tonta como para solo meterse allí. De algún modo, cuando estaba con él pensaba con mayor claridad, casi con mayor sensatez. Y eso le gustaba. Era diferente.

—Es un tipo interesante Scott —rompió el silencio Dylan con una nota de curiosidad.

Lisa tuvo más o menos una idea de lo que eso significaba, y sintió algo que no había sentido antes: vergüenza, y luego otra cosa: enfado con Scott por ser tan boca suelta y metiche. Sí, solían meterse uno en la vida del otro constantemente, pero ¿es que por una vez no podía sacar las narices? A Dylan quería disfrutarlo ella sola, incluso sin Ruby.

No era por egísimo, sino porque... ¡porque sí!

—Lo que dijo allá abajo... —quiso arreglar ella.

—¿No era cierto?

—Sí, pero no tuvo que decirlo.

—¿Por qué no? —preguntó Dylan, aún sereno, casi entretenido.

—Porque es obvio que hace pensar que nosotros tres, ya sabes... —replicó ella con una obviedad algo irritada. Un poco frustrada, se cruzó de brazos. Miró al suelo—. Lo pensaste, ¿no? —dijo, aunque no muy alto.

La ducha se cerró y el silencio predominó en el baño. Dylan sacó la mano de nuevo por el lateral de la cortina y alcanzó la toalla que colgaba de la pared. La difusa pero alta e intrigante silueta se movió mientras se secaba. Lisa se hipnotizó hasta que la cortina se deslizó hacia un lado y él salió. Entonces, quedó todavía más hipnotizada.

Dudó de haber conocido los niveles de limpieza de una piel, porque la de Dylan se veía como nunca antes había visto una. Tan cremosa, tan integra, tan... angelical. Cada línea definida como trazo de artista, cada músculo en su tamaño moderado y perfecto, cada mechón de cabello azabache brillante por el agua. Y los ojos de ese color tan vivo, y el rostro, y la manera en la que la toalla estaba envuelta alrededor de sus caderas. Todo en él estaba hecho con una perfección y similitud extraña pero embelesadora.

En serio, ¿de dónde había salido?

—Lo que yo pienso es que si algo así te hace feliz... —contestó Dylan, sonriéndole, y al final agregó un ligero encogimiento de hombros.

Eso acabó con la magia del momento. Al menos para ella. La hipnosis se rompió y solo escuchó en su mente: "te hace feliz..." y luego énfasis en la palabra "feliz" que ahora que pensaba bien, ¿era algo que ella conocía? Es decir, ¿la verdadera felicidad?

Nunca se lo había preguntado. Jamás. Bueno, quizás porque había pasado su vida entera disfrutando los momentos y disfrutando cualquier cosa que la entretuviera, pero, ¿feliz? ¿Había sido feliz? Y más importante aún: ¿Lo era ahora? Con... ¿algo así entre Ruby y Scott?

Se quedó pensando. Mucho. Tanto que no notó que miraba fijamente a Dylan con los ojos bien abiertos sino hasta que él hundió un poco las cejas, divertido y extrañado.

—¿Qué?

Soltó la pregunta porque llegó a su boca y no pudo reprimirla:

—¿Tú eres feliz?

Lisa sabía que había personas que respondían rápido a esa pregunta. Dylan no fue una. De hecho, como que hubo un ligerísimo aire de sorpresa en su rostro, pero quedó en la misma expresión serena, controlada y pacífica.

—No estoy seguro de ser feliz ahora —contestó— pero sé lo que es la felicidad.

Se acercó a la puerta del baño para ir al dormitorio, en donde iba a vestirse, pero antes de eso se dio vuelta y volvió a mirar a Lisa. Le dedicó lo que ella sintió como la sonrisa más comprensiva que había visto jamás, como si tuviese una inexplicable capacidad para reconfortar.

—No voy a juzgarte por nada de lo que dio a entender Scott —le dijo— pero te aseguro que existe algo mejor que eso.

—¿Cómo qué? —le preguntó, ahora sonriendo también.

Dylan salió del baño y mientras iba al dormitorio le contestó en voz alta:

—Ya te lo mostraré.

Lisa solo pensó: ¿cuándo? Y sobre todo, ¿cómo?

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora