Capítulo 34

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SCOTT

Scott salió del baño del bar tambaleándose de la borrachera.

Su cabeza iba a mil por hora en un caos de rabia, impotencia y frustración. No lograba entender cómo carajos le habían vaciado su cuenta y menos podía entender cómo había perdido el control y la fidelidad de las gemelas.

Sus gemelas.

Sobre todo su Ruby. Podría haber apostado que si él se tiraba por una ventana, ella saltaría con él con los ojos vendados y sin cuestionamientos. Ya no. Ella estaba en su contra, del lado de las personas contra las que habían trabajado juntos tan solo una semana atrás. La había perdido. Y la sensación de perder algo lo llenaba de una ira roja y peligrosa, porque él no perdía. Él nunca podía perder.

Como si fuera poco, ese maldito Dylan. El recuerdo se introdujo en sus pensamientos y empeoró su rabia. No dejaba de pensar que él lo había planeado todo. Él le había robado su dinero y sus gemelas. No sabía cómo lo había logrado en tan poco tiempo, pero tenía claro que siempre había tenido razón en que no era de fiar. La idea de que pudo haberlo evitado todo si tan solo hubiera sido más inteligente al tratar de alejarlo de Lisa, lo frustraba.

Por algún extraño motivo, la imagen de Cindy muerta en el frente del apartamento también se filtró en su cabeza, porque si las gemelas habían contado lo de la estafa, ¿Ruby también sería capaz de revelar eso? ¿Y si ambas confabularon para culparlo a él? Era obvio que las dos habían hecho equipo con la tonta de Nitty y el imbécil de Keanu. Algo más podrían estar tramando.

No entendía en qué momento había perdido el control de todo. Se sentía a punto de caer al vacío. Pero tenía que hacerse cargo de Dylan antes de que toda la verdad saliera a la luz.

Scott se acercó a la barra. Miró con cara de seductor a una camarera. Lo que no sabía era que, por el alcohol en su sangre, esa cara podía lograr todo menos seducir a alguien. Estaba más cerca de dar lástima que de poder atraer a una chica.

—Preciosa, dame otra cerveza y quedate con el cambio —le ordenó a la camarera junto a un guiño.

La chica, algo asqueada, agarró el billete y lo guardó en la registradora. Sin mirarlo, le deslizó la cerveza. Justo antes de que a Scott se le ocurriera una frase pesada para añadirle, alguien a quien él conocía entró al bar. Era ese que lo había ayudado a golpear a Dylan y lo había mandado al hospital.

Desde la barra, Scott extendió su mano para saludarlo. El tipo lo reconoció y caminó hacia él. Ansioso, producto de su borrachera, Scott se le acercó. Aunque en el camino tropezó con un banco. Pudo haberse dado de boca contra el suelo, pero el amigo lo sujetó justo antes de que cayera.

—Max, he estado esperándote —lo saludó Scott con palabras torpes y borrachas.

—Estás hecho un desastre —replicó él, mirando su estado—. ¿Cómo hiciste para emborracharte tan rápido desde que me llamaste?

Scott señaló una mesa y Max lo guió hasta que se sentaron. Sobre ella había un sinfín de botellas vacías de cerveza y hasta algunos tragos de shots.

—Con razón — comentó Max.

Scott levantó la cerveza que tenía en la mano y la inclinó para tomar, pero antes de que el líquido helado cayera en su boca, Max se la quitó de sus manos.

—¿Qué haces? —se quejó Scott—. Devuélveme la condenada botella.

Poco le importaba a Scott que ese tipo fuese su amigo y que él mismo lo había convocado al bar para que lo ayudara a lidiar con Dylan y recuperar su dinero. Sin embargo, Max intentó calmar las aguas y ponerlo en su lugar:

El misterio de Dylan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora